miércoles, 12 de marzo de 2008

Algunas observaciones pertinentes

La materia prima de un estudioso de las ciencias misceláneas son los libros, o en general, las narraciones (para abarcar los nuevos soportes virtuales), o para decirlo aún más claro, "lo que se lee". En principio no debe descartarse nada, ni las novelas de Marcial Lafuente Estefanía (autor de novelitas del Oeste que se vendían en los kioscos hace muchos años) ni las actas de las sesiones de la Cámara de los Lores durante el siglo XIX (cuya copia a mano durante los sábados será el castigo impuesto en cierta escuela neovictoriana ideada por Neal Stephenson). Así como el geólogo explora un terreno tomando muestras de minerales y rocas, o el botánico arranca plantas para luego clasificarlas en su mesa de trabajo, el erudito misceláneo explora los continentes perdidos de las enciclopedias, cuanto mas desfasadas mejor. Pero a diferencia del botánico, que persigue descubrir nuevas especies y clasificarlas dentro de un gran sistema, el erudito misceláneo no espera producir nada nuevo, ni tan sólo descubrir, a lo sumo ansía redescubrir, sacar a la luz ese dato que ya asentó por escrito otro en su día, y que injustamente se ha olvidado porque no cuadra en ningún paradigma actual o porque, sencillamente, no sirve para nada. Se podría tachar al erudito misceláneo de padecer una modalidad intelectual del síndrome de Diógenes. Pero a diferencia del anciano que recoge basura y trastos inservibles de la calle para acumularlos en su piso, nosotros amontonamos datos, a veces curiosos, a veces estrafalarios, las más de las veces intrascendentes, de manera que nuestra cabeza parece un cuarto trastero abarrotado de fechas, nombres, anécdotas. Requiere un buen entrenamiento orientarse por la buhardilla de nuestra mente, tropezando con un desorden de cachivaches donde pueden convivir uno junto al otro Poncio de Aguirre (personaje del Buscón de Quevedo), el punto de fusión del molibdeno y los disturbios sociales que hubo en Inglaterra en 1752 cuando se anularon 11 días de septiembre para adaptarse al calendario gregoriano y los propietarios de pisos pretendían al final de ese mes cobrar el alquiler completo.

3 comentarios:

sublibrarian of the year dijo...

¡Cuánta razón, cuánta sapiencia!

A propósito de misceláneas, le informo que en estos momentos estoy revisando mis archivos de ciencias poliorcéticas y estoy disfrutando como un vikingo los sutiles matices que establecen los clásicos de esta venerable materia.

Por ejemplo ¿sabía usted que es inútil fortificar el ángulo de dos líneas menor que recto o de al menos 80º? O lo que es lo mismo, ¿que ningún ángulo agudo del polígono muralla es capaz de disponer de una buena fortificación? O, por exhibir más especímenes misceláneos, ¿que el rango de alcance efectivo de un mosquete es de aproximadamente 800 metros?

Aah, ¡qué deleite en lo inútil!

¡Qué placer en el dato curioso!

DINERO GRATIS dijo...

Leerle a usted es un auténtico placer. Por cierto, entre sus conocimientos inútiles ¿no tendrá alguna noticia de porqué se le llama síndrome de Diógenes a una enfermedad que consiste en almacenar todo tipo de basuras?.
¿No fue Diógenes aquel cínico capaz de desprenderse del cuenco que utilizaba para beber, al observar como un niño bebía en el río utilizando el hueco de su mano para acercarse el agua a la boca?
¿No fue Diógenes aquel impertinente que, desafiando el poder de Alejandro Magno cuando este lo ofreció concederle lo que quisiera, se atrevió a contestarle que quedaría muy agradecido si dejaba de interponerse entre él y el sol porque le hacia sombra?
Tampoco el apelativo que se les da a estos almacenadotes de basura puede tener que ver con la vida del Diógenes anterior al su ostracismo puesto que fue ese el castigo que recibió por falsificar moneda en Atenas.
Aunque veo muy pertinente la comparación con esos ancianos que recogen basura y trastos inservibles de la calle para acumularlos en sus casas, me pregunto si la pública ostentación del saber misceláneo no tendrá más que ver con aquella profunda ironía del cínico ateniense que hacía rodar su tonel arriba y abajo por las calles de Alejandría mientras los demás ciudadanos se afanaban en fortificar la muralla ante la inminente llegada del hijo de Filipo de Macedonia.
- ¿Qué estas haciendo Diógenes?- le preguntaron.
– No lo ves –contesto – hago el mismo trabajo inútil que todos los demás.

Esperando más noticias suyas, queda usted en nuestro blog lincado entre los amigos.
Salud.

Mundo Espejo dijo...

Sublibrarian: merece usted el título de digno sucesor de Leonardo por sus investigaciones en fortificaciones e ingeniería militar. De hecho, Da Vinci encarna nuestro ideal de hombre misceláneo, con su acumulación de investigaciones sin método, aparatos no probados, búsquedas esbozadas, saltos de un campo a otro, apuntes y planos sueltos, toda una colección de curiosidades que en vida suya no eran más que fantasías. Todo un modelo de hombre del renacimiento, intentado vender al Sforza, señor de Milán, sus saberes como ingeniero militar adquiridos en el estudio de pintor del Verrochio.

Querido Don Dinero Gratis: el síndrome de Diógenes lleva ese nombre por una incorrecta interpretación del pensamiento y la vida del filósofo cínico, el cual no acumulaba basuras, sino que enseñaba que debía vivirse en el ascetismo, desprendido de cualquier apego a las cosas materiales y despreciando los convencionalismos sociales, hasta el punto de que se masturbaba en público. El famoso tonel donde vivía Diógenes no era tal, se trataba en realidad de una urna funeraria. Lo hacía para ahorrarse el alquiler y recordarles a los atenienses que la muerte no es nada y por ello no debe ser temida.