miércoles, 17 de junio de 2009

Sobre la desafección al régimen

Según bajo las escaleras del metro hacia el andén, oigo cómo por la megafonía me dicen que me están vigilando, aunque es por mi propia seguridad, me indican. Mientras espero sentado a que llegue el tren, vuelve a sonar el altavoz recordando la lista de prohibiciones: "no fumes en los pasillos, no fumes en los andenes, no fumes en los vagones, ¡en el metro está prohibido fumar!". Al cabo de unos minutos de nuevo suena una voz que dice que agarres bien el bolso y tengas cuidado con tus pertenencias, que parece que en el metro te pueden robar. A continuación repiten el mismo mensaje (supongo) pero en chino, la banda sonora que acompaña estos avisos da escalofríos.
Allí estoy, sentado en un incómodo banco metálico mientras medito sobre lo poco acogedor que resulta que te reciban en el metro con una lista de prohibiciones, con avisos de que vigiles no sea que te roben y con el anuncio de que todo lo que hagas está siendo filmado. El banco, por cierto, tiene unos inoportunos reposabrazos especialmente diseñados para que no puedas tumbarte sobre él. ¡Qué acogedor!
Cojo de la papelera un periódico para entretenerme y leo que la empresa British Airways pide a sus trabajadores que renuncien al sueldo de un mes y trabajen gratis por el bien de la empresa. En la misma página, el presidente de Renault-España, un tal Jean Pierre Laurent, pide a los trabajadores que "cambien de chip" y estén dispuestos a trabajar más a cambio de menos. Y pasando la hoja, sale nuestro presidente Montilla, que nos dice que hay que alargar la vida laboral, cosa que me sume en unas meditaciones fúnebres al preguntarme qué concepto de la vida debe tener este hombre, tal vez ni siquiera crea que haya vida antes de la muerte. Cuando llega el metro y me levanto para cogerlo, miro un cartel publicitario que había junto al banco. Una cara simpática que pide que me convierta en donante de ideas, por lo visto el ayuntamiento de Barcelona recoge ideas de los ciudadanos para no se qué reforma de la Diagonal. No pagan nada por las ideas. Debe ser el estilo British Airways. O que ya han cambiado el chip al estilo Renault.
Entro en el vagón. Calor y con el aire acondicionado al mínimo, todo el mundo suda. Aquí dentro, por lo menos, no me amenazan por la megafonía. Sigo con el periódico. Parece que hay preocupación entre nuestra clase política progresista por la desafección mostrada en las recientes elecciones europeas. Otra noticia: el blog de nuestro alcalde, Hereu, cuesta 900 euros diarios, ¿quién se lo debe escribir? Evidentemente, no un donante de ideas.
Llego a mi estación. Me bajo y lanzo el periódico a una papelera. Mientras subo las escaleras hacia la salida, vuelve a sonar por la megafonía del metro la lista de prohibiciones.