domingo, 21 de diciembre de 2008

Tengo la solución a la crisis


Queridos lectores de este blog: ya sabéis todos que nos hallamos sumidos en una profunda crisis económica. No importa tanto cómo haya empezado sino lo que sucede a partir de ahora: debido a una profunda desconfianza generalizada los bancos no conceden créditos ni las empresas logran vender su stock almacenado. Debido a que no se vende es necesario parar la producción de las fábricas y despedir trabajadores. Como éstos se quedan sin ingresos no pueden consumir y se alimenta el círculo vicioso. La clase política nos ha hecho ya todo tipo de advertencias: este sistema es el único posible, no hay alternativa, tenemos que sostenerlo entre todos. Pero está claro que sólo con buenas intenciones no se arreglan las cosas. Hace falta pasar a la acción. Y creo que he encontrado la solución. Reconozco que el mérito no es exclusivamente mío sino que he sido iluminado por dos grandes faros. Digámoslo sin rodeos, se trata de nuestro simpático alcalde, Jordi Hereu, y de nuestro discreto y sagaz presidente Montilla. El primero ha considerado que las luces que adornan las calles por Navidad son un poderoso estímulo para fomentar el consumo, y el segundo nos ha instado a todos a comprarnos un coche. Y después de oír las recomendaciones de estas dos luminarias también a mí se me encendió algo en la cabeza y me dije a mí mismo: ¡pues claro! ¡eso es!.

Nuestra salvación está en el consumo.

Repetid todos conmigo: nuestra salvación está en el consumo. Pero claro, que hay que consumir ya nos lo dicen nuestros dirigentes, el problema, como sabemos todos, es que gran parte de la población no puede consumir en la cantidad que haría falta para revitalizar la economía. Y no es por desidia ni desafección al régimen, no señor. Ayer mismo tuve ocasión de comprobarlo. Era sábado por la tarde y me daba un paseo por el centro de nuestra ciudad. Hacia las ocho de la tarde, de la plaza Universitat, salían unas 300 personas que lo hacían para manifestar su solidaridad con la insurrección que tiene lugar en Grecia estos días. Pero en las calles vecinas había una manifestación mucho más numerosa. Fui incapaz de contabilizarlos, pero diría que había miles de manifestantes, sin pancarta de cabecera, sin megáfono, sin corear consignas, que se habían echado a la calle, como cada sábado, para mostrar su apoyo al sistema capitalista y al consumo. Por lo tanto, me ratifico en lo dicho más arriba: la gente consumiría mucho más de lo que lo está haciendo si pudiera, y así arrimaría el hombro para poder salir de esta crisis.

Como ya sabemos, el capitalismo es la contradicción en movimiento, pues requiere que se den simultáneamente dos requisitos que parecen mutuamente excluyentes: una masa de trabajadores precarios, con sueldos lo más bajo posibles y amenazados continuamente con la exclusión y el paro, y por otra parte una masa de consumidores dispuestos a derrochar. ¿Ambas masas deben estar formadas por las mismas personas? Por otra parte, nos dicen que estamos demasiado endeudados, que hemos gastado por encima de nuestras posibilidades y que debe fomentarse el ahorro para encauzar ese dinero hacia la inversión. ¿En qué quedamos pues? ¿Nos lo gastamos todo o ahorramos? (no suele llegar para las dos cosas a la vez).

Pero creo que con estos preliminares nuestros lectores se estarán poniendo nerviosos a la espera de que desvele la solución que he encontrado para la crisis. Así que vamos allá. Como decía antes, para reactivar la economía tiene que haber consumo. El problema es que la población no puede consumir porque tiene deudas, está en paro o, en general, gana un salario de subsistencia. Y claro, las empresas no están dispuestas a aumentar porque sí esos salarios ya que la reducción de costes es una parte importante del origen de sus beneficios. Bien, admitamos que en esta era de precarización masiva el consumo de masas no tiene mucho sentido. Aquí entro yo en escena. Propongo en primer lugar un cambio de paradigma: dejemos de pensar en términos de oferta y demanda. No existe la oferta de mercancías, sino la demanda de consumo. Mi idea es fundar una empresa de servicios que atienda esta demanda. Estoy dispuesto a atender a todas las empresas que están demandando consumo. Naturalmente, como estamos en una situación excepcional, tenemos que empezar acogiéndonos a las ayudas que los Estados están proporcionando a los bancos. En Estados Unidos han demostrado una vez más su pragmatismo: la última ayuda de 700.000 millones de dólares surge directamente de la imprenta con la que se fabrican billetes, y no me vengan con aquello de que así se provoca inflación, eso es lo que necesitamos precisamente cuando acecha el monstruo de la deflación. Propongo que nuestro gobierno haga lo mismo: que ponga a girar más deprisa la imprenta de los euros para financiar mi empresa. Dotado de este capital inicial mi empresa acudirá al rescate de todos aquellos que acumulan stocks de mercancías sin vender y se las compraré. Veamos un ejemplo concreto. Ahora es necesario acudir en ayuda del sector del automóvil. Pues bien, mi empresa se pone en marcha y moviliza a su plantilla de trabajadores. Cada día, a las diez de la mañana, nuestros empleados se presentan en los concesionarios de los diferentes fabricantes con la intención de comprar un coche. Les atiende el vendedor de turno, les muestra los diferentes automóviles, modelos, colores, les explica las prestaciones, se regatea, se rellena el papeleo, y después de un par de horas nuestro empleado sale del concesionario con su flamante coche nuevo pagado al contado. Otro ejemplo. Las grandes superficies comerciales. Mi empresa tendrá toda una sección especializada en atender esta demanda. Enviamos a varios centenares de empleados a pasar sus ocho horas de jornada laboral diaria comprando en los grandes almacenes. Entran a las diez de la mañana en el establecimiento que tiene cada uno asignado para ese día y se pasan varias horas comprando diversos artículos, tan sólo se les permite una pausa de 10 minutos para ir al lavabo. A mediodía una hora para comer, y por la tarde, vuelta otra vez a comprar hasta que finalicen su jornada. Naturalmente nuestra empresa dispone de inspectores que siguen a nuestros empleados para asegurarse de que hacen bien su trabajo y compran en lugar de pasarse horas merodeando y escaqueándose de su obligación.

Evidentemente, una vez que salgamos de la crisis, y no nos cabe duda de que nuestra empresa lo conseguirá, habrá llegado el momento de dejar de depender de las ayudas del gobierno, al fin y al cabo no somos comunistas. A partir de ese momento no tendremos más remedio que cobrar a las empresas que soliciten nuestros servicios de consumo. Pero somos gente seria y nos habremos ganado una sólida reputación. ¿Que la tienda X está vacía? No hay problema, nos llama el gerente de la tienda X y, tras pagarnos nuestros correspondientes honorarios, le garantizamos que al día siguiente tendrá su tienda llena con nuestros empleados dispuestos a consumir sus productos. Garantizado. Y si la tienda X no queda satisfecha, le devolveremos su dinero.

Ah, por cierto, necesitamos contratar empleados. Tenemos vacantes muchas plazas de agentes consumidores. Los interesados nos pueden enviar un curriculum.

Nota: esto va en serio. Los problemas absurdos requieren soluciones absurdas.

sábado, 6 de diciembre de 2008

Autobiografía sin acontecimientos


Considero la vida como una venta donde tengo que esperar hasta que llegue la diligencia del abismo. No sé adónde me llevará, porque no sé nada. Podría considerar esta venta una prisión, porque estoy obligado a esperar en ella; podría considerarla un lugar social, porque aquí me encuentro con otros. No soy, sin embargo, ni impaciente ni vulgar. Dejo estar a los que se encierran en el cuarto, echados indolentes en la cama donde esperan sin sueño; dejo hacer a los que conversan en las salas, de donde las voces y las músicas llegan cómodas hasta mí. Me siento a la puerta y embebo mis ojos y oídos en los colores y los sonidos del paisaje, y canto lento, sólo para mí, vagos cantos que compongo mientras espero.

Para todos nosotros caerá la noche y llegará la diligencia. Gozo de la brisa que me dan y del alma que me dieron para gozarla, y no pregunto más ni busco. Si lo que dejé escrito en el libro de los viajantes puede, releído un día por otros, entretenerlos también en el tránsito, estará bien. Si no lo leen, ni se entretienen, estará bien también.

Fernando Pessoa: Libro del desasosiego

miércoles, 12 de noviembre de 2008

El escritor


El escritor se sienta ante su mesa, conecta el ordenador y se dispone a trabajar. Nuestro hombre se gana la vida escribiendo cualquier cosa que le encarguen, y ahora mismo el encargo es una guía de viajes. Se supone que el escritor ha viajado hasta el país en cuestión y conoce de primera mano lo que cuenta, ha comido en los restaurantes que recomienda y ha dormido en los hoteles seleccionados por la guía. Pero no es así. Para empezar, él ni es viajero ni, desde luego, está especializado en este tipo de obras. De hecho, esta sería su primera guía. Aceptó el encargo porque ya se acabó la enciclopedia en la que estaba colaborando y no le ha salido nada mejor. Naturalmente ha recibido un adelanto a cuenta del viaje que se supone debe realizar para documentarse, y se supone que ha estado ya varias veces en ese país, cosa sobre la que ha mentido. El dinero para el viaje ha preferido emplearlo en pagar deudas y aquí lo tenemos ante el reto de describir los paisajes, monumentos e itinerarios turísticos de un lugar en el que nunca ha estado.
La primera parte del trabajo consiste en recopilar todas las guías ya publicadas sobre ese país y leérselas. No necesariamente para copiarlas, que también, sino para conocer el país y saber de qué debe hablar. Más o menos, todas las guías contarán lo mismo. Digamos, como ejemplo, que todas las guías de París deben incluir un capítulo dedicado al Louvre y todas las guías de Irlanda hablarán del castillo de Dublín. El siguiente paso será complementar esta información con lo que pueda encontrar por la red. Wikipedia, buscadores, páginas oficiales de turismo del sitio a visitar, webs de museos con los horarios, etc. Las ilustraciones del libro también se pueden obtener de la red, para eso está flicker, y el tema más delicado de todos, la información actualizada sobre hoteles y restaurantes, no ofrece excesiva dificultad desde que existen foros donde los viajeros dejan sus opiniones sobre los establecimientos que han visitado. En todo caso, un mail o una llamada telefónica permiten actualizar la información. Básicamente lo que hace nuestro escritor es planificar el viaje que le gustaría hacer con la información recopilada y luego imaginarse que lo ha hecho y explicarlo. Incluso llega a recorrer el país virtualmente a través de Google Earth, y se dice que, aunque no lo ha pisado, se ha pasado horas recorriéndolo con la vista, y que si bien no ha entrado en tal museo, conoce a la perfección cómo se ve su tejado fotografiado por satélite.
La editorial le ha indicado que debe incluir alguna pequeña información falsa de manera adrede, para comprobar posteriormente si la guía es copiada por otra editorial. Esto ya lo debía hacer cuando colaboraba en la redacción de la enciclopedia. Si debes escribir una, ¿qué más fácil que copiar otra ya hecha y limitarse a actualizarla? Para detectar estas posibles copias, las editoriales introducen detalles falsos en algunos artículos, o toda una entrada ficticia. Pongamos que nos inventamos el término falguerillo, pájaro endémico del archipiélago de las Salvajes, unos islotes deshabitados entre Madeira y las Canarias. Si alguna enciclopedia del futuro incluye la entrada falguerillo, sabremos que han copiado la nuestra y podremos demandarles. Pues bien, de manera análoga, hay que inventarse alguna pequeña falsedad, nada que pueda ocasionar un perjuicio al viajero, en nuestra guía. Pongamos que, al lado de la Pinacoteca Nacional, existe una pequeña iglesia dedicada a San Antonio con un pórtico de cierto interés artístico, cuya fotografía incluimos (y que corresponde a cualquier otro sitio). Y si en el futuro otra guía de la competencia recomendara al viajero que, al salir de la Pinacoteca Nacional, aprovechara para visitar la vecina iglesia de San Antonio, sabríamos dos cosas: que se han copiado la guía y que su autor jamás estuvo en esa iglesia porque, aunque hubiese querido, le hubiera resultado imposible, no existe. Y serían demandados, claro.

Por la tarde, nuestro escritor nuevamente ante el ordenador. Ahora no se trata de la guía, las tardes las dedica a su verdadera vocación como escritor. Todo comenzó un par de años atrás, cuando se puso a releer algunas novelas de su adolescencia. Fue a los catorce años cuando las leyó por primera vez. Narraciones de ciencia ficción que componían un grandioso friso de la historia futura de la humanidad. Se había sentido sobrecogido ante la grandiosidad del Imperio Galáctico, ante los paisajes imaginados de su planeta capital, había visto brillar sus naves de combate... Pero, años después, al volver a leerlas, entendió porqué aquellas novelas sólo triunfaban entre adolescentes. Otro autor, otro más, que desaprovechaba buenas ideas. Tantos escritores con una imaginación fecunda, con una capacidad tan grande de imaginar mundos, misterios, aventuras.... y con una expresión tan pobre. No podía ser que toda aquella fantasía que le había hecho soñar fuera literatura mediocre. No se resignaba a que la buena literatura le aburriese y la historias interesantes aparecieran descoloridas y planas por culpa de un escritor medianamente dotado. Quería volver a sentir la magia de aquellas historias, volver a sumergirse en aquellos mundos, pero como no podía volver a tener catorce años, entonces haría que aquellas novelas crecieran también y se hicieran adultas como lo había hecho él. Las reescribiría. Contaría la misma historia, con los mismos hechos y personajes; pero éstos serían individuos más problemáticos, conflictivos, llenos de matices, con secretos, moralmente ambivalentes. Y los paisajes, y los edificios, y las naves surcando el espacio, todo ello aparecería ante los ojos con todas las metáforas necesarias.
Y a eso dedica nuestro escritor sus tardes, a mejorar las novelas que le hicieron soñar en su adolescencia. No cambia nada del argumento, no quita ni añade personajes, pero lo cuenta todo mucho mejor. Los paisajes pueden verse, hay párrafos enteros que describen los escenarios, párrafos enteros dedicados al pensamiento de los protagonistas, capítulos nuevos que añaden perspectiva, contexto, riqueza....
Pero nunca las podrá publicar. Serán siempre un placer oculto. No está previsto que te encuentres en una librería con la novela X del autor Y mejorada por el escritor Z. Nuestro escritor sabe que hay pintores que han hecho sus propias versiones de otros cuadros, meninas cubistas, por ejemplo. Nuestro escritor sabe que hay programadores que mejoran el código escrito por otros programadores. Nuestro escritor sabe que hay científicos que mejoran y complementan las teorías que establecieron otros. Y así Hawking y Penrose teorizaron sobre el principio y el final del Universo porque Einstein fue el autor de la Teoría de la Relatividad, pero no el propietario, y no tuvieron que pedirle permiso a él o a sus herederos para usar sus ecuaciones. ¿Por qué entonces, él no puede hacer lo mismo, lo que sabe, lo que le apasiona? Mejorar novelas.

miércoles, 29 de octubre de 2008

Victoria Camps reescribe el Neuromante


Se han cumplido diez años de la publicación del "Manual de civismo" a cargo de Victoria Camps y Salvador Giner, catedráticos en la Universidad Autónoma de Barcelona y en la Universidad de Barcelona, respectivamente. Ella de Filosofía Moral y Política, él de Sociología. Para que ustedes se hagan una idea de los conceptos vertidos en el libro, paso a copiar parte de la reseña que aparecía en la contraportada: "El civismo es una actitud esencial para la buena convivencia entre las personas. También lo es para la vida pública. Este manual explora la anatomía de la conducta cívica y descubre cómo sólo mediante ésta es posible una sociedad amable, participativa, solidaria y capaz de enfrentarse al intenso cambio social de nuestra época, así como a las incertidumbres que nos atenazan". Además de estas ideas, el libro habla sobre responsabilidad, pagar impuestos, cumplir honrada y efizcamente en el trabajo, obedecer las leyes, etc. El libro apareció en esa época que va entre las Olimpiadas del 92 y el Forum del 2004, es decir, entre el nacimiento y la muerte (fecha más, fecha menos) del modelo Barcelona. Servía para reforzar el concepto de civismo que difundía el ayuntamiento en aquella época: una intensa campaña de adoctrinamiento para fabricar al buen ciudadano: dócil, entusiasmado con las políticas institucionales, acrítico, participativo (en cosas tales como carreras deportivas o maratones contra el melanoma). Y se adelantaba varios años a la culminación de esa política en la promulgación del reglamento del civismo, que intenta "estimular" al buen ciudadano dócil-acrítico-participativo-entusiasmado a base de multas. En su momento me asombraba cómo los autores proponían la construcción de una sociedad amable y simpática a base de obedecer las leyes, cumplir en el trabajo, no arrojar papeles al suelo y no decir palabrotas. Ignorando la realidad distópica del mundo, ignorando la guerra global del poder contra todos para mantener un sistema de desigualdad y tristeza, los autores se entretenían en divagar sobre una sociedad de dibujitos animados que parecía salida más bien de la factoría Disney que de las mentes de sesudos catedráticos. Todo un ejercicio de bromuro ideológico en el sentido más marxiano del término: falsa imagen de la realidad para disimular las relaciones de poder.
En la época en que leí el "Manual de civismo" tenía reciente la lectura del Neuromante, de William Gibson, y me propuse un pequeño ejercicio literario: ¿cómo sería el mundo ciberpunk visto con los ojos de alguien que se creyera ese manual de civismo? Fue así como surgió "Victoria Camps reescribe el Neuromante". Creo que es un buen momento para releerlo.

Victoria Camps reescribe el Neuromante

Cada mañana me despierta puntual el reloj. En la oscuridad percibo sus dígitos indicando la hora y el coste del sueño de la noche. Me levanto para dirigirme al baño y realizar la rutina de todos los despertares. Ante el espejo me miro, considerando si no empiezo a quedarme desfasado ante la moda que se impuso hace tres semanas: cierre craneal translúcido. Todo el mundo en mi trabajo va siempre impecablemente a la última moda en lo que se refiere a los cierres craneales. No hacerlo así podría significar una severa amonestación por parte del jefe, tolerante con muchas cosas, pero jamás con la falta de entusiasmo y adhesión que representa un descuido semejante en la continua puesta a punto de su equipo de trabajadores. Hace un mes todos llevábamos cierres craneales cromados, relucientes. Ahora todos son de plástico translúcido, de diferentes colores, imitando los huesos extirpados del cráneo, dejando entrever el cerebro y los implantes. Los que pueden, presumen así de que sus implantes son los más caros del mercado, el último hardware, el más potente, el que permite ejecutar el software más sofisticado, aquél que se conecta mejor con las sinapsis de las neuronas y optimiza tus recursos mentales. En la cocina me encuentro ya con el desayuno preparado y servido. El programa que gobierna los electrodomésticos está coordinado con el reloj despertador. Menú cuidadosamente elegido, equilibrio nutricional perfecto, ni una caloría de más. Una ligera obesidad es motivo automático de despido según marca el convenio firmado por los sindicatos. Me apresuro comiendo, no quiero llegar tarde a la reunión. Tres días por semana nos reunimos todos los del equipo para poner en común nuestras ideas. El teletrabajo se reserva para las vacaciones y los días festivos. En una empresa de tanto prestigio como la mía, es imprescindible la presencia personal, única manera de comprobar que todo marcha bien, que el equipo es inmejorable, que nuestra entrega a los objetivos de la empresa es total e incondicional. En el coche, camino de la oficina, mientras el piloto automático conduce a través de las autopistas, conecto la terminal del ordenador. Debería repasar el orden del día de la inminente reunión, pero no puedo evitar el deseo de repasar el estado de mis finanzas. Esta noche he soñado con la actriz del momento, una rubia impresionante que ha conseguido estar en cartelera durante una semana seguida. Mis implantes cerebrales han detectado automáticamente el uso de la imagen de la actriz en el sueño, imagen cuyos derechos pertenecen a una prestigiosa productora cinematográfica. La señal inalámbrica emitida por el implante telefónico ha llegado a la central de la sociedad de autores, junto con mi número de identidad. La sociedad de autores, en nombre de la productora, ha descontado de mi cuenta corriente el dinero correspondiente al tiempo soñado con la actriz. Mi afición por las actrices famosas podría terminar arruinándome. Se dice que las productoras ganan más dinero en concepto de derechos de imagen onírica que no por cualquier otra categoría. Es imposible que desconecte mis implantes, la empresa me despediría y quedaría automáticamente relegado a un mundo gris y precario, sin trabajo estable. Sólamente los cableados podemos pertenecer a la élite de los nuevos trabajadores. También podría comprar software para inhibir los sueños con imágenes bajo propiedad intelectual, pero esto me limitaría a soñar con gente vulgar en ambientes anónimos. Repasando las facturas de esta noche veo que no sólo me ha cobrado la productora, también el hotel Arts me ha descontado dinero. Claro, hace varias semanas tuve una comida de trabajo en el restaurante del hotel. En el sueño llevaba a cenar a la actriz al mismo restaurante, por lo que el hotel me ha cobrado en concepto de uso virtual de sus instalaciones. Tendría que explicarle todo esto al psicólogo de la empresa y comenzar un tratamiento, pero seguro que me cuesta una represalia en cuanto el psicólogo pase el informe a mis jefes: si sueño tanto con personajes y ambientes propietarios, la culpa es mía: una lamentable falta de imaginación por mi parte, una incompetencia laboral, ésto de no ser capaz de elaborar ambientes oníricos libres de patentes.

Soy el primero en llegar a la sala de reuniones. En el vestíbulo he saludado a la secretaria que está hoy de turno. Fue muy aburrida la noche que pasé con ella, pero me hizo ganar varios puntos en la consideración de los compañeros. Todos los del equipo tenemos la obligación de montarnos algún que otro lío entre nosotros de vez en cuando, nada serio, una relación breve, que puede ir desde una sola noche hasta varias semanas. No hay ninguna regla escrita que diga que tiene que ser así, pero aquí las reglas importantes no están escritas, se sobreentienden de puro obvias. Tener breves romances entre nosotros ayuda a construir un buen espíritu de grupo. Esto es lo que hay. Fernández no lo entendió así y fue fulminantemente despedido. Cierto es que nadie se lo había dicho, pero es que ¿acaso hacía falta? Lo cierto es que, cuando confesó ante el psicólogo, a las dos semanas de haber sido contratado, que aún era virgen, se convocó una reunión de urgencia del equipo y votamos por unanimidad su inmediato despido. Aún no me explico cómo había logrado superar las pruebas de acceso con semejante incompetencia. La virginidad era la prueba palmaria de su total inadecuación para el trabajo. ¿Cómo podía hacer ganar dinero a esta empresa si no era capaz de venderse a sí mismo? Ya ha llegado todo el mundo a la sala de reuniones. El coordinador general la preside bajo el logotipo de nuestra empresa: Iniciativa para el Progreso. Orden del día: se aproximan las elecciones en el distrito IX y debemos hacer todo lo posible para arrebatar a la competencia la contrata electoral de gestión de los próximos 6 meses. Informe preliminar de la situación. Lluvia de ideas. Más bien, diluvio. El que se quede callado demuestra que ya no sirve para nada aquí. Y tengo mi gran éxito desde que salí con la secretaria: se acepta mi propuesta de cartel electoral. Consistirá en una vista aérea y nocturna de la ciudad antes y después de nuestra gestión. Antes: la iluminación nocturna del distrito IX está por debajo de la media de la ciudad. Después, el distrito refulge, brilla de manera enloquecedora en la noche. Grandes centros comerciales al aire libre con potentes focos y publicidad de hologramas gigantes. Esta será nuestra oferta para el distrito. Cuando consigamos aumentar la cantidad de clientes que el barrio atrae aumentará el ingreso por peaje en sus calles. Entonces podremos contratar a las más caras empresas de seguridad para que vigilen toda la zona, y con más y mejor seguridad podrán aumentar los precios de las viviendas y atraer un vecindario de mayor cualificación. El distrito saldrá beneficiado. Esta será nuestra oferta a los electores. Y el lema del cartel: "Ayúdanos a construirlo, tú puedes".

Esta noche me toca guardia en las oficinas centrales de la empresa. No cerramos nunca, nuestro servicio al cliente es permanente. En la agenda de tareas para esta noche, las dos actividades cotidianas: vigilancia y formación. Observación de todo lo que sucede, optimización continua de los recursos y conocimientos. En la consola se despliega un menú con las diversas lecturas para esta noche. Tras cada lectura, el correspondiente cuestionario para demostrar que se ha leído y asimilado el informe. Imposible leer en un solo turno todo lo que se propone cada vez. Se espera de nosotros que hagamos una selección de lo que nos parezca más adecuado. Ninguna indicación de prioridades a la hora de seleccionar las diversas lecturas posibles dentro del menú. Pero no da igual lo que se escoja, el ordenador anota y reporta cuáles han sido los dossieres estudiados. A veces se hace muy difícil adivinar cuál es la buena elección. Interrumpo la lectura para el boletín de noticias: se ha producido un atentado terrorista. Una detonación de silencio, una explosión de oscuridad. Todo un distrito de la ciudad, que debería brillar como una nebulosa incandescente en la noche, ha quedado a oscuras. No se trata de un simple apagón. Es un fallo general de todos los sistemas. Las calles, abarrotadas con los turistas del turno de noche, quedan inservibles. Al no funcionar los peajes automáticos, los visitantes pueden pasear por las calles sin que quede constancia del servicio que han consumido. Los residentes, durmiendo en sus apartamentos, podrán soñar toda suerte de perversiones sin que la Agencia de Protección de la Propiedad Intelectual llegue a conocer nunca lo que pasó por sus mentes. Los economistas ya realizan cálculos y elaboran informes de prensa con las cuantiosas pérdidas que habrá esta noche. Al cabo de diez minutos se restablecen todos los sistemas. ¡Diez minutos! La bolsa registra automáticamente la cotización a la baja de las principales empresas con inversiones en el sector. Los teléfonos echan humo, las cabezas ruedan. Tratando de minimizar pérdidas, aparecen por televisión los directivos de la empresa de seguridad que gestiona el distrito afectado. Leen el comunicado donde los terroristas reivindican la acción. Se trata de la organización ¡Policía Ya!, un trasnochado grupúsculo de iluminados que reivindican la presencia policial en las calles de las ciudades. Se quejan de que la tranquilidad sale muy cara a la mayoría de los ciudadanos, incapaces de suscribir los cuantiosos contratos que negocian las asociaciones de vecinos con las empresas de seguridad. Actúo con rapidez y me pongo en contacto inmediatamente con nuestro topo en la empresa atacada. El pobre hombre habla atropelladamente. Me explica que la situación es más grave de lo que parece. No se trata del grupo ¡Policía Ya!, viejos conocidos de todos nosotros. No. La cosa es mucho más grave: ¡nadie ha asumido el atentado! Conscientes de lo peligrosos que son los atentados anónimos, de lo desorientador que resulta para los consumidores, y del mal ejemplo que resultaría, se han apresurado a improvisar una reivindicación. En las redacciones de los periódicos, los columnistas piden la movilización ciudadana contra el grupo ¡Policía Ya!. En las calles, usuarios y clientes protestan a voces. Comunicados de repulsa. Los líderes encarcelados de ¡Policía Ya! son apaleados en sus celdas por los presos comunes. Para mañana se ha convocado una manifestación y una misa por las víctimas del terrorismo. Los medios de comunicación no informan del lugar ni de la hora de la manifestación, se quiere que sea espontánea. La misa se realizará según el rito multicultural. El mejor comunicado de repulsa ha sido elaborado por la ONG "Civismo en Acción", una de nuestras filiales. Civismo en Acción capta voluntarios para vigilar los pasillos y vagones del metro. Estudiantes, parados, amas de casa y jubilados forman el grueso de sus filas. Todos ellos gente muy concienciada por los derechos cívicos y la calidad de vida en nuestra ciudad. Su labor es impagable. Informan a los viajeros despistados; imponen silencio a los grupos más ruidosos; reprenden a los fumadores; consiguen asientos para los ancianos y los enfermos; acechan a los mendigos que intentan pedir en los vagones o dormir en algún banco en las estaciones. Y, por supuesto, vigilan que nadie se cuele. Son muy efectivos, pues cada voluntario no limita su acción a los turnos que tiene asignados, sino que aprovecha cualquier desplazamiento que realiza por motivos particulares (trabajo, estudio, ocio) para estar atento a servir al ciudadano. El grupo recibe el 0.7 % del importe de la recaudación (multas incluidas). Con este dinero impulsan diversos proyectos en el campo de la ecología y la protección del medio ambiente. Uno de ellos es especialmente simpático y consiste en recoger los perros abandonados durante el verano por los desaprensivos e insolidarios ciudadanos a los que resulta una molestia llevárselos en las vacaciones. Algunos de estos perros son adoptados por los voluntarios mismos, para los cuales son de gran ayuda a la hora de patrullar las líneas de metro más periféricas y peligrosas. Pero su gran gesta ha sido este año el traslado masivo del pueblo cabuche. Unos pocos cientos de personas que vivían aisladas en una remota comarca de la Amazonía ecuatoriana. Una conocida hidroeléctrica iba a construir una presa que inundaría casi todas las tierras de los cabuches. Estos pobres indígenas deberían enfrentarse a una avalancha de inmigrantes que, aunque no lo quisieran, acabarían con su lengua y cultura ancestrales. "Civismo en Acción" consideró que era intolerable esta pérdida de diversidad cultural que se produciría por el contacto de los cabuches con otras lenguas y maneras de vivir. Algunos radicales estaban manipulando a los pacíficos cabuches, intentado ponerlos en contra de la presa y alentándolos para que cometieran actos violentos contra las obras. Conscientes de la importancia que tienen los valores de la paz y la diversidad cultural, "Civismo en Acción" comenzó una campaña solidaria de recogida de fondos para trasladar en masa a todos los cabuches hasta un nuevo emplazamiento donado generosamente por un terrateniente de la zona. Como pequeña contrapartida, éste sólo ha pedido instalar una webcam en el poblado cabuche y poder explotar los derechos de imagen. Hubo alguna reticencia por parte de algunos socios de "Civismo en Acción" al tema de la webcam, pero finalmente cedieron cuando recibieron garantías de que los indígenas no sabrían nada de la existencia de la webcam, por lo que su vida y cultura no se verían afectadas por su presencia. La presa está terminada y produce electricidad barata para los barrios pobres de Quito; los cabuches continúan en el Paleolítico para mayor beneficio de antropólogos y productoras de documentales etnográficos; se ha evitado el terrorismo. En la universidad, se ha impartido un curso sobre resolución pacífica de conflictos proponiendo el caso cabuche como paradigma de solidaridad activa y eficaz. Este es el tipo de ciudadanos que necesita este país, gente activa, solidaria, emprendedora, capaces de promover soluciones efectivas a los problemas sociales. Pues de eso se trata, de no convertirse en un problema para la sociedad, de aportar soluciones imaginativas.

Aclarado ya el tema del atentado, puedo volver a concentrarme en las noticias que van llegando: cierra la universidad de Asunción (Paraguay), las islas Maldivas desaparecen definitivamente bajo el océano por el efecto invernadero con miles de personas a la deriva en frágiles embarcaciones que ningún país quiere acoger, el Papa excomulga a los ciborgs. De todas, la más interesante es la de la universidad paraguaya. Estudio a fondo la noticia para incluirla en el informe diario de incidencias. Los estudiantes de carreras científico-técnicas de Paraguay no podían pagar los derechos de propiedad intelectual de las materias estudiadas. En los primeros cursos no había ningún problema, ni el teorema de Pitágoras ni las leyes de Newton están protegidas por patentes, pero al llegar a los últimos cursos de carrera y al doctorado, la situación comenzaba a resultar insostenible para los débiles bolsillos de los estudiantes. Un simple ejercicio en la pizarra que debiera usar un par de teoremas patentados era ya un costoso sacrificio. Y los inspectores que vigilan contínuamente las clases no dejan pasar ni una. Además, aunque se tenga dinero para pagar los derechos de uso de ciertos teoremas, está la cuestión, que también nos afecta a nosotros, del permiso de exportación. Ciertas teorías imprescindibles en los últimos avances en telemática no pueden ser aplicadas fuera de Estados Unidos. Con la excusa de que tienen aplicaciones militares, por seguridad nacional, el gobierno usa ha prohibido su exportación. La unión europea protesta y, en un gesto más simbólico que real, amenaza con patentar la lengua inglesa. Sería inútil, el gobierno yanki presentaría estudios lingüísticos demostranto que el americano ya no es inglés y, por tanto, no está afectado por la patente. En nuestras propias universidades se dan comportamientos delictivos entre profesores y estudiantes. Para eludir el pago de las patentes hay un mercado negro de apuntes. Se hacen exámenes orales de manera semiclandestina para ocultar que se han tratado teorías propietarias. El gobierno ha indicado verbalmente a las diferentes empresas que gestionamos las ciudades que hagamos la vista gorda ante estos delitos pues, obviamente, al país le sale muy cara la continua importación de teorías científicas y nuestra propia producción es más bien escasa. Pero de vez en cuando hay que hacer algo de cara a los organismos internacionales de propiedad intelectual. Así que organizamos redadas en la universidad con detenciones masivas. Prestigiosos profesores son sorprendidos en los lavabos de las facultades intercambiando maletines con los alumnos. Detenciones, acusaciones de traficar con apuntes, juicios y multas, campus clausurados durante algunos días. Hay estudiantes radicales que realizan pintadas en las fachadas de las facultades. Las pintadas suelen consistir en fórmulas de Física o Matemáticas bajo copyright. Los rectores se apresuran a borrarlas antes de que las vean los inspectores, y en los consejos de estudiantes se pide moderación a estos saboteadores.

Ha terminado mi turno de guardia. Llevo 24 horas sin dormir y ante mí amanece un día libre. Hoy no tengo que trabajar, puedo marcharme por fin. De aquí a una hora tengo que estar en el aeropuerto para recibir a un viajero, una persona que se incorporará mañana a nuestro equipo. He pensado enseñarle la ciudad, llevarlo a comer, buscarle alojamiento provisonal y ponerlo al día en los asuntos más importantes de la empresa. Que se sitúe un poco antes de comenzar mañana a trabajar en serio. Hemos pensado que era mejor acogerlo de esta manera informal y espontánea. Pero antes de salir a buscarlo necesito despejarme un poco. Subo por el ascensor hasta la azotea del edificio y me quedo allí unos minutos contemplando el mar y la ciudad, disfrutando del aire fresco y esperando que salga el sol. Me trago varias pastillas para combatir el cansancio y la somnolencia. Poco a poco, los letreros luminosos de la noche se van apagando. En esta misma terraza, nuestro propio eslógan: "No seas un problema, ¡busca soluciones!"; dentro de poco propondré substituirlo por otro aún más simple y contundente: "¡Piensa!". En estos breves momentos, entre el apagado de las luces y la salida del sol, y más aún si el día está nublado, la ciudad presenta una vista insólita. Todo gris, sin colores, apagado. El cielo sobre el puerto tiene el color de un televisor sintonizado en un canal muerto; pero no importa, no importa porque las mentes están repletas de colores y nosotros sabemos cómo extraerlos y ponerlos a producir brillando más que mil soles.

miércoles, 8 de octubre de 2008

Ballardiana


BALLARDIAN: (adj) 1. of James Graham Ballard (J.G. Ballard; born 1930), the British novelist, or his works. (2) resembling or suggestive of the conditions described in Ballard’s novels & stories, esp. dystopian modernity, bleak man-made landscapes & the psychological effects of technological, social or environmental developments.

El diccionario Collins define así el neologismo "ballardiano", relativo al novelista J.G. Ballard; análogo a las condiciones descritas en su obra, especialmente la modernidad distópica, paisajes desolados de factura humana y los efectos psicológicos del desarrollo tecnológico y social.

Si tuviéramos que condensar aún más el término "ballardiano", entonces diría que se refiere al reconocimiento y la asunción de nuestro presente distópico.

A alguien que no haya leído nada de Ballard podría decirle que es un escritor de ciencia-ficción y, a continuación, recomendarle su novela La isla de cemento. Tras leerla, extrañado, mi interlocutor me preguntaría qué tiene esa obra de ciencia- ficción. La pregunta sería pertinente, pues esta novela se sitúa en nuestra época y tiene por protagonista a un arquitecto londinense que, volviendo a su casa en coche una tarde, se sale de la carretera por accidente y va a caer a un gran descampado rodeado por un nudo de autopistas. Malherido, incapaz de salir de esa isla, invisible desde las carreteras por los terraplenes y la vegetación, debe sobrevivir por sus propios medios mientras explora esa desolación de chatarra y, simultáneamente, se explora a sí mismo.

Una perplejidad semejante experimenté al retomar la lectura de William Gibson. Había leído el Neuromante y las otras novelas que constituyen la trilogía del Sprawl. Tiempo después volví a Gibson con Mundo Espejo (Pattern Recognition). Empecé su lectura con la idea de que estaba revisitando el mundo ciberpunk, un mundo situado en un futuro próximo, pero aún futuro. Sin embargo, al avanzar tan sólo unas pocas páginas advertí demasiada familiaridad entre lo narrado y nuestra propia realidad... hasta que caí en la cuenta de que la acción transcurre poco después del 11-S, es decir, en nuestro presente. Y me vino a la cabeza la idea: hemos alcanzado el futuro. El mundo ciberpunk concebido por Gibson es ya nuestro mundo, y por tanto una novela de ciencia-ficción ya no habla del futuro, habla del presente. En cierta manera era de esperar, pues nosotros somos el futuro para los autores clásicos del género que escribieron en los años cuarenta.

Y J.G. Ballard comparte con otros autores y lectores de ciencia-ficción esta idea común: la de haber alcanzado el futuro.

Pero, ¿qué futuro? Si hemos de hacer caso a Ballard, y a nuestra propia experiencia, el futuro, el presente ya, es una distopía. Todos lo sabemos, pero siempre viene bien que alguien nos lo diga en voz alta. Los personajes de Ballard no sólo lo saben, sino que, cuando lo descubren, experimentan una suerte de liberación (¡pero era por esto por lo que me sentía mal!). Una liberación que no consiste en dejar de sufrir la distopía, sino en dejar de fingir que no vivimos en ella.

Estos días, cuando avanza la crisis financiera y los gobiernos inyectan dinero a los bancos, podemos imaginar al director de nuestra sucursal bancaria como un personaje ballardiano. Ha dejado de preocuparse. Sabe, siempre ha sabido, que el dinero que prestaba a sus clientes no existía, que su entidad se lo inventaba, vía asiento contable, en el momento de conceder el crédito. Sabe que el dinero que los gobiernos dicen inyectar en los bancos no existe, que sale de una imprenta o probablemente ni eso, que simplemente son números tecleados en una terminal de ordenador. Sabe que las transacciones financieras, las compras y ventas de títulos, bonos y obligaciones no son más que actualizaciones de bases de datos. Sabe que si ahora se presentaran en ventanilla todos sus clientes a reclamar sus ahorros, tendría que cerrar la sucursal, porque ese dinero ni existe ni ha existido nunca. Y cuando lee en la prensa la enésima llamada del ministro de economía a mantener la confianza en el sistema, cuando oye a fingidos expertos en la radio afirmar que esa confianza es la base de todo y debe continuar... entonces sabe que su liberación ha consistido en perder la fe, en no creer más. Y que su credo, a partir de ahora, se podría describir con la profesión de fe que hizo J. G. Ballard cuando le fue preguntado en qué creía él: "Creo en los olores corporales de la Princesa Diana".

martes, 2 de septiembre de 2008

El Gran Masticador


Queridos lectores: como habéis podido comprobar, este verano que ya termina hemos estado muy solemnes y serios planteándonos las grandes preguntas que nunca son respondidas. Así que con afán de agotar el tema por saturación, cual dipsómano que termina por aborrecer cierto licor de hierbas después de una monumental borrachera seguida de penosa resaca, dimos en leer La fábrica de absoluto, novela del checo Karel Capek publicada en 1922. Para aportaros sabiduría miscelánea, dejamos indicado que este escritor introdujo el término robot en su significado de máquina humanoide en una obra de teatro, hoy desfasada y sin más valor que el histórico, llamada RUR. La palabra robot procede de una raíz eslava que puede significar trabajo o servidumbre.
En La fábrica de absoluto un ingeniero inventa un carburador atómico, un generador de electricidad que quema carbón a base de reducir a la nada todos sus átomos y convertir toda esa masa en energía. Pero sucede que, igual que un motor de combustión emite como residuo CO2, el carburador, al destruir los átomos, además de energía libera como residuo Absoluto. El ingeniero lo explica acudiendo a Spinoza: de la única sustancia existente, la Sustancia-Dios-Naturaleza, que tiene infinitos atributos, nosotros sólo conocemos dos: la materia y el espíritu, la extensión y el pensamiento. Al destruir la materia de los átomos en el carburador, se manifiesta abiertamente el atributo espiritual presente en la sustancia, es decir, lo que vulgarmente llamamos Dios.
Allí donde funciona un carburador, en un radio de varios centenares de metros, el escape de Absoluto genera ataques de misticismo, curaciones milagrosas, levitaciones, profecías. Un poco más lejos sólo se producen conversiones de los transeúntes, y más lejos aún tan sólo una cierta atmósfera de santidad en el ambiente. Cada individuo reacciona ante el Absoluto de una manera diferente; los creyentes en alguna religión se la creen de verdad y realizan los milagros descritos en sus libros sagrados; los ateos se inventan nuevas religiones, como un feriante de tiovivo que establece un culto giróvago en su atracción de caballitos, o un aficionado al café que lo multiplica en una ceremonia parecida a la del té, pero con café.
A medida que se extiende el uso de carburadores para alimentar fábricas y ciudades, la explosión mística se hace incontenible. Cuando el Absoluto contamina una fábrica, el empresario, lleno de amor al prójimo, la regala a los trabajadores. Cuando un carburador se instala en un banco como calefacción, los empleados, con espíritu caritativo, regalan el dinero. Los masones declaran que se trata del Gran Arquitecto del Universo y se atribuyen el mérito. Los comunistas nombran al "compañero Dios" presidente honorífico del Partido. El Kaiser de Alemania proclama que es el Espíritu Absoluto que ha llegado a su máximo desarrollo histórico a través del Estado alemán. La iglesia católica se ve obligada a beatificar al Absoluto, a canonizarlo y, en una ceremonia novedosa, a deificarlo, pero con dudas teológicas sobre quién es de las Personas de la Trinidad. Algunos ateos irreductibles intentan diseñar mascarillas "anti-Dios" para protegerse de las emanaciones de los carburadores...

En la novela se hace un repaso de cómo reaccionan diferentes grupos y cofradías ante la situación hasta que.... hasta que encontré el detalle misceláneo que nos ha devuelto a la inmanencia. Se trata de los fletcherianos. No pensaba darle más importancia suponiendo que sería alguna facción republicana irlandesa, como los fenianos, ¡pero qué equivocado estaba! Los fletcherianos eran un dignísimo precedente de las diversas sectas digestivas que proliferan hoy: vegetarianos, veganos, macrobióticos, crudívoros, etc. Los fletcherianos eran los partidarios de las doctrinas de Horacio Fletcher (véase la ilustración), conocido en su época como El Gran Masticador. En esencia, el señor Fletcher sostenía que todo bocado alimenticio (líquidos incluidos) debía masticarse exactamente treinta y dos veces, práctica de la cual se derivaban grandes beneficios salutíferos. Su lema era: "La Naturaleza castigará a los que no mastiquen". La "fletcherización" incluía determinadas técnicas como por ejemplo el examen cotidiano de las "cenizas digestivas" como denominaban a las heces fecales, cuya ausencia de mal olor sería testimonio de que un fletcheriano seguía correctamente su disciplina masticante.
Es una lástima que el fletcherianismo esté extinguido, así que desde aquí animamos a cualquier persona que tenga alguna inquietud dietética a su resurrección. Compitiendo con veganos y crudívoros en el mercado de la ética gastronómica, se podrían establecer sociedades de estudios fletcherianos, impartir talleres de masticación o abrir un cenador fletcheriano los viernes en algún centro social. A ver si alguien se anima, que en este campo de la alimentación, cosas más friquis y delirantes se están haciendo y además con pretensiones de respetabilidad.

No voy a contar cómo termina la novela, ni qué pasa al final con el Absoluto, pero espero que mis lectores compartan conmigo la idea de que, desde una perspectiva miscelánea, posibilitar el conocimiento de la vida y la obra de Horacio Fletcher, el Gran Masticador, es mérito suficiente para recomendarla.

jueves, 7 de agosto de 2008

La Peste


(...) Situado frente al abismo del no ser del sentido, el amigo habla al amigo, y juntos construyen un puente sobre el abismo del no sentido. La depresión interroga la fiabilidad de este puente. La depresión no ve este puente. Lo ha perdido de vista. O, quizás, ha visto que no existe. La depresión desconfía, incluso, de la amistad, o no la reconoce. Por consiguiente, no puede percibir un sentido porque el sentido no existe más que en el espacio de lo compartido. (...) La aceleración infinita del mundo respecto de la mente es el sentimiento de estar definitivamente aislado del sentido del mundo. E inmediatemente se transforma en no recordar más aquel sentir que es el sentido. El sentido no es lo que encontramos en el mundo, sino lo que somos capaces de crear. Es lo que, circulando en la esfera de la amistad, del amor, de la solidaridad social, nos permite encontrar sentido. La depresión puede ser definida como una falta de sentido, como una carencia de la capacidad de encontrar sentido en la acción, en la comunicación, en la vida. La incapacidad de encontrar sentido es, sin embargo y ante todo, incapacidad de crear sentido. (...) Si consideramos la depresión como suspensión de la posibilidad de compartir el sentido, como el despertar en un mundo sin sentido, debemos decir que, desde un punto de vista filosófico, la depresión es, simplemente, el momento más cercano a la verdad. El depresivo no pierde, en absoluto, la capacidad de elaborar racionalmente los contenidos de su experiencia y los de su saber; es más, su visión puede alcanzar una radicalidad absoluta de la comprensión. La depresión permite ver aquello que habitualmente escondemos a nosotros mismos a través de la circulación continua de la tranquilizante narración colectiva. La depresión ve lo que el discurso público esconde. La depresión es la mejor condición para acceder al vacío, la última verdad. Al mismo tiempo, sin embargo, la depresión paraliza toda capacidad de acción, de comunicación, de intercambio. (...).

Franco Berardi (Bifo): La epidemia depresiva.

viernes, 1 de agosto de 2008

Stalker

El fin de la búsqueda es contemplar el vacío y entender que el vértigo no tiene alivio.

martes, 1 de julio de 2008

Los valores que nos caracterizan

Recientemente se ha conocido que la ciudad de Barcelona es el escenario escogido para un videojuego de acción llamado Wheelman, en el cual, además de escenas violentas, aparecen conocidos monumentos de la ciudad que el jugador puede llegar a volar por los aires. La concejal de Educación del Ayuntamiento, una tal Montserrat Ballarín, ha calificado de "reprobable" que Barcelona sirva de marco virtual para actos violentos, ha añadido que el videojuego es contrario a "los valores que caracterizan a la ciudad" y ha anunciado un estudio jurídico sobre la posibilidad de tomar alguna medida legal.

Prevenido de esta manera, me he hecho el firme propósito de no jugar a este videojuego y tan sólo me cabe lamentar que esta costumbre de lanzar fatwas municipales llegue demasiado tarde y tal vez el daño para la ciudad sea ya irreparable. Me estoy refiriendo a la película Buttman in Barcelona (1997), cuya sinopsis reza así:
"When I arrive in Barcelona, of course my first excursion is to the back streets around the 'RAMBLAS'. In these ancient narrow streets there is an opening in "THE CRACK" that Hatman pops out of to join me in my adventure. It was a very exotic, very erotic trip. Enjoy!"
La película fue dirigida por John Stagliano (a.k.a. Buttman), una de las vacas sagradas del cine porno, y cuenta con la presencia del actor Rocco Siffredi. El film versa sobre sexo anal, que parece ser la obsesión de Buttman, y se inscribe en el llamado género gonzo que consiste en que el cámara, mientras filma, interviene también como actor dentro de la acción; algo así como si alguno de ustedes filmase con una videocámara sus propios coitos y luego los publicase en Youtube. Si están interesados en la película pueden ver más detalles aquí. Naturalmente, mientras el ayuntamiento no se pronuncie, y ante la sospecha de que esta película tampoco refleja los valores que nos caracterizan como ciudad, he decidido abstenerme de verla; si ustedes, queridos lectores, desean visionarla, allá ustedes con su conciencia.

Y la película Buttman in Barcelona no es más que un caso reciente. Pero la lista de obras de arte, literatura, cine y otras formas de creación que pueden ser nocivas para la proyección de nuestros valores debe ser interminable. Por añadir un solo ejemplo más, seguramente casi todos mis lectores habrán leído en la escuela Mecanoscrit del segon origen, de Manuel de Pedrolo. Recordemos brevemente el argumento: una invasión extraterrestre extermina a la humanidad salvo a una pareja de jovencitos. En algunos episodios de la novela éstos visitan la ciudad de Barcelona, una montaña de ruinas y de cadáveres. Estaría bien que nuestro ayuntamiento hiciera una declaración institucional dejando claro, para conocimiento de cualquier civilización extraterrestre que se lo esté planteando, que invadirnos y exterminarnos contradice los valores que representa esta ciudad, y por ello, caso de que lleven a cabo la invasión, que hagan con nosotros una excepción. La advertencia también sería válida para futuros escritores: si piensan redactar una novela sobre invasiones marcianas, por favor, no la ambienten en Barcelona, es reprobable y contradice nuestros valores.

El tema es tan preocupante que nuestro Ayuntamiento podría crear un departamento destinado a velar por la correcta proyección de nuestros valores en todo tipo de obras creativas ambientadas en Barcelona. La tarea es ardua pero necesaria: evitar que Barcelona sea escenario de videojuegos violentos, impedir que se ruede en sus calles películas que incluyan escenas racistas y sexistas, pedir a los escritores de novela negra que no incluyan asesinatos entre los casos investigados por su detective protagonista y que, si debe haber asesinato, al menos que éste tenga lugar fuera del término municipal de la ciudad, que lo sitúen en Hospitalet, por ejemplo. Si este proyecto funcionara, incluso podríamos enviar a Montserrat Ballarín a la ciudad de Nueva York, para explicarles el modelo Barcelona de difusión de los propios valores, y acabar con todas esas películas de asesinatos, violencia, catástrofes, corrupción policial, mafia, etc, que seguramente contradicen también los valores de los neoyorquinos.

En realidad lo que necesitamos es una figura de reconocida proyección internacional que nos represente genuinamente y que sirva de contrapeso a la mala imagen desplegada por Wheelman, por Buttman y por cualesquiera otros individuos de costumbres reprobables y contrarias a nuestros valores. Y creo que ese personaje es el arquitecto Antoni Gaudí. Sostengo que hay tres razones que avalan mi propuesta. La primera es que Gaudí ya es suficientemente conocido de por sí y el primer atractivo cultural de la ciudad. La segunda razón es que hay en marcha un proceso de beatificación que, cuando llegue a feliz término tras el descubrimiento de algún milagro atribuible a su intervención sobrenatural, acrecentará aún más la proyección internacional del personaje y de su obra que suponemos compatible con los valores que nos caracterizan y en las antípodas morales de mister Buttman. Y la tercera razón es que Gaudí es un genuino representante de nuestros valores más característicos y propios y los llevó a la práctica con singular perfección. El año 1922 Antoni Gaudí interpuso una demanda judicial de deshaucio contra Rosa Domingo Giol, masovera que llevaba 20 años viviendo y cuidando de las propiedades de la familia Gaudí en Riudoms (Tarragona). La masovera, que había quedado viuda, y sus dos hijos fueron expulsados, cosa que significó para ellos un periodo de "mucha miseria" según declaró años después una hija superviviente, Rosa Corts Domingo.

Este hecho convierte a Gaudí en exponente y prototipo de los valores que mejor caracterizan nuestra ciudad: la especulación inmobiliaria. A partir de ahora, nuestros propietarios y especuladores podrán iniciar acciones de acoso o mobbing inmobiliario contra viudas y pensionistas con la conciencia bien tranquila y la cabeza bien alta: Gaudí también lo hizo, y va para santo. Que no se quejen esos viejecitos que malviven en pisos ruinosos gracias a un alquiler de renta antigua cuando el propietario haga en su escalera obras de empeoramiento, o cuando envíe matones, o cuando meta a degenerados sociales para amargarles la vida: Antoni Gaudí dejó en la calle, y en la pobreza, a una viuda con hijos mientras en su mente trazaba los planos de la Sagrada Familia y acudía cada mañana a misa a la iglesia de Sant Felip Neri. Teniendo en cuenta que para consumar la beatificación se necesita acreditar un milagro, podemos sugerir a los especuladores que se encomienden a Gaudí cuando se vean apurados en sus negocios. Propietario: si tienes una finca medio arruinada en el centro de Barcelona que puedes dedicar a hotel y te lo impide una viejecita inquilina que se niega a morirse o a pasar sus últimos años durmiendo en un cajero automático, no desesperes: pon una vela a Gaudí y pídele desde el fondo de tu corazón su ayuda. Y si un buen día, de repente, esa viejecita aparece defenestrada, o se ha desnucado en esa escalera que hace años que no arreglas, no lo dudes: ha sido un milagro. Libre ya de cargas, podrás reconvertir tu finca en hotel y no te olvides de informar al obispado del prodigio obrado por intercesión de Gaudí.

Amén.

jueves, 26 de junio de 2008

martes, 17 de junio de 2008

El otro autor citado


ALEXANDER J. DOWIE: (Con violencia) Compañeros cristianos y antibloomistas, ese hombre llamado Bloom viene de las raíces del infierno, una deshonra para la cristiandad. Libertino demoníaco desde sus más tempranos años, este hediondo chivo de Mendes dio precoces señales de depravación infantil, que recordaban las ciudades de la llanura, con una anciana disoluta. Este vil hipócrita, endurecido en la infamia, es el toro blanco mencionado en el Apocalipsis. Adorador de la Mujer Escarlata, la intriga es el aire mismo que alientan sus narices. Los haces de leña de la pira y el caldero de agua hirviendo son para él. ¡Calibán!

LA MASA: ¡Linchadle! ¡Asadle! Es tan malo como Parnell. ¡Señor Zorro! (La abuela Grogan le tira el zapato a Bloom. Varios tenderos de la calle Dorset, alta y baja, tiran objetos de poco o ningún valor comercial, huesos de jamón, botes de leche condensada, coles invendibles, pan mohoso, colas de carnero, recortes de tocino.)

BLOOM: (Con excitación) Esta es locura de una noche de verano, alguna broma macabra, otra vez. ¡Por los cielos, soy tan inocente como la nieve no tocada por el sol! Fue mi hermano Henry. Es mi doble. Vive en Dolphin's Barn, número 2. La calumnia, esa víbora, me ha acusado erróneamente. Conciudadanos míos, sgenl inn ban bata coisde gan capall. Apelo a mi viejo amigo, Dr. Malachi Mulligan, especialista en sexología, para que preste testimonio médico a mi favor.

DR. MULLIGAN: (Con chaquetón de cuero y gafas verdes de automovilista en la frente) El Dr. Bloom es bisexualmente anormal. Se ha escapado recientemente del asilo particular del Dr. Eustace para caballeros con enfermedades mentales. Hijo espúreo, ofrece epilepsia hereditaria, consecuencia de la lujuria sin riendas. Se han descubierto entre sus antepasados huellas de elefantiasis. También hay un ambidextrismo latente. Está prematuramente calvo por vicios solitarios, y, en consecuencia, es pervertidamente idealista, libertino arrepentido, y tiene dientes metálicos. A consecuencia de un complejo de familia, ha perdido temporalmente la memoria y creo que se ha pecado contra él más de lo que él ha pecado. He practicado un examen pervaginal, y previa aplicación de reactivo ácido a 5.427 pelos anales, axilares, pectorales y púbicos le declaro virgo intacta. (Bloom se tapa los órganos genitales con su sombrero de alta calidad.)

DR. MADDEN: También hay una marcada hipospadia. En interés de las generaciones venideras, aconsejo que las partes afectadas se conserven en espíritu de vino en el Museo Teratológico Nacional.

DR. CROTTHERS: He examinado la orina del paciente. Es albuminoidea. La salivación es insuficiente, el reflejo patelar es intermitente.

DR. PUNCH COSTELLO: El fetor judaicus es muy perceptible.

DR. DIXON: (Leyendo un informe médico) El Pofesor Bloom es un ejemplo acabado del nuevo hombre femenil. Su naturaleza moral es sencilla y amable. Muchos le han encontrado hombre excelente, una gran persona. En conjunto, es un tío bastante raro, tímido pero no débil de mente en sentido médico. Ha escrito una carta realmente hermosa, un poema en sí misma, al delegado judicial de la Sociedad Protectora de Curas Arrepentidos, que lo pone todo en claro. Es prácticamente un abstemio total y puedo afirmar que duerme en yacija de paja y come el alimento más espartano, guisantes secos en frío. Lleva una camisa de pelo, invierno y verano, y se azota todos los sábados. Tengo entendido que durante algún tiempo estuvo en el reformatorio Glencree como delincuente de primera. Otro informe señala que fue hijo muy póstumo. Apelo a vuestra clemencia en nombre de la palabra más sagrada que nuestros órganos vocales hayan sido llamados jamás a pronunciar: Va a ser madre.

(Conmoción y compasión general. Hay mujeres que se desmayan. Un rico americano hace una colecta callejera a favor de Bloom. Rápidamente se recogen monedas de oro y plata, cheques bancarios, billetes, joyas, bonos del tesoro, letras de cambio a punto de vencer, pagarés, anillos matrimoniales, cadenas de reloj, medallones, collares y pulseras.)

BLOOM: ¡Ah, tengo tantos deseos de ser madre!

SEÑORA THORTON: (Con bata de enfermera) Abráceme fuerte. Sea valiente. Pronto habrá pasado. Fuerte, sin miedo.

(Bloom la abraza fuerte y da a luz ocho niños amarillos y blancos. Aparecen en una escalinata con alfombra roja adornada de plantas caras. Son todos muy guapos, con valiosas caras metálicas, bien formados, respetablemente vestidos y con buenos modales, hablando fluidamente cinco lenguas modernas e interesados en diversas artes y ciencias. Cada cual lleva su nombre estampado en letras bien legibles en la pechera de la camisa: Nasodoro, Goldfinger, Chrysóstomos, Maindorée, Silversmile, Silberselber, Vifargent, Panagyros. Inmediatamente son designados para puestos de alta responsabilidad pública en diversos países como directores técnicos de bancos, jefes de movimiento de compañías ferroviarias, presidentes de sociedades de responsabilidad limitada, vicepresidentes de cadenas hoteleras.)

UNA VOZ: Bloom, ¿eres el Mesías Ben Josef o Ben David?

BLOOM: (Oscuramente) Tú lo has dicho.



James Joyce: Ulises



Queridos lectores: aquí está la solución al enigma del post anterior. De los dos autores, Eduardo Mendoza (Sin noticias de Gurb) era fácil de averiguar. Reconozco que Joyce era un poco más difícil, pero sólo un poco. Pues al igual que yo hice la crónica del día que tuve el 31 de mayo de 2008, Ulises es la crónica de lo vivido el día 16 de junio de 1904 por el señor Leopold Bloom, de Dublín. Y cuando yo digo que tras la comida tuve un sueño en el cual, de entre la multitud, surge una voz que me proclama Mesías, ¿cómo no evocar el fragmento del capítulo 15 que he reproducido arriba?

En consecuencia, y con gran pesar, debo declarar desierto el premio prometido de un vermut. Otra vez será.

sábado, 7 de junio de 2008

Lo de compartir


Hace pocos días, un sindicato de la industria musical ha presentado una demanda contra el creador de una tecnología para compartir nuestra riqueza con los amigos a través de la red. Viendo el empeño que ponen algunos en que no tengamos amigos para preservar su negocio, creo importante insistir en este tema y me dispongo a narrar la crónica de la jornada "Compartir dóna gustet" del pasado 31 de mayo. Vamos allá.

09.00 Despierto y pongo en marcha el emule antes de salir de casa. Entro en el bar de la señora Mercedes y el señor Joaquín, donde me tomo una tortilla de berenjenas, dos rebanadas de pan con tomate, una caña de cerveza y un cortado mientras leo la prensa matutina: preocupados por la tibieza de nuestra adhesión al régimen, el ayuntamiento de Barcelona se gasta más de un millón de euros en publicidad para vendernos la imagen de la ciudad a los que la vemos cada día.

10.00 Tomo el metro. Tiempo despejado con ligeros vientos de componente sur; temperatura 15 grados; humedad relativa 56%, estado de la mar, llana.

10.30 Llego a Conservas. Té y pastas finas. Por no parecer descortés, desayuno por segunda vez. Tras apurar un vaso de té, me dispongo a probar lo que parece una infusión de tabaco, hasta que me explican que usan un vaso con agua como cenicero.

11.00 Internet y cultura libre. Unos expertos introducen brevemente el tema y luego nos dividimos en grupos de discusión. Me encargo de hacer de moderador de uno de ellos. Los expertos nos han lanzado la pregunta "Perquè compartir dóna gustet?" para que la respondamos. En mi grupo de discusión afirmo que la pregunta está mal planteada; la pregunta debería ser: "¿por qué tendríamos que dejar de compartir?" y no deberíamos contestarla nosotros, los que compartimos, sino los que se empeñan en que no lo hagamos. En nuestro grupo de discusión nos dedicamos básicamente a deconstruir la figura del autor. Los derechos de autor se sobreponen a la función social de la obra de arte por perversión económica y despreciando que la noción de comunidad es previa a todo autor. Se ha creado el mito del autor como un creador aislado que no tiene fuentes sociales de inspiración ni genera consecuencias con su obra que servirán de contexto a otros autores. Es más importante lo que genera la obra socialmente que la individualidad del autor. El caso de Jackson Pollock: tras su muerte alguien compró el loft que había usado como taller y anunció haber encontrado un cuadro suyo desconocido; los expertos, tras estudiarlo, lo valoraron en una elevada suma de dinero. El presunto descubridor anunció que en realidad era una falsificación, con lo que el cuadro pasó a no valer nada. ¿Qué era lo que tenía valor entonces, lo expresado en la tela, o la simple firma del autor? El pintor Barceló se ha inspirado en la vida de los africanos del Sahel para realizar sus telas sin que aquellas personas que han creado ese mundo reciban nada a cambio, pero nosotros no podemos hacer una foto de un cuadro de Barceló expuesto en un museo. Está fijado el número máximo de líneas que se puede citar de un texto académico sin violar el copyright. No se pueden fotocopiar libros aunque estén descatalogados y sea imposible comprarlos en las librerías. No dejan publicar artículos con copyleft en las revistas académicas. Determinadas técnicas de dinámica de grupo no se pueden poner en práctica si no estás autorizado para hacerlo por la empresa que las ha registrado. Picasso podía pintar la versión cubista de las Meninas de Velázquez sin preocuparse de los derechos de autor, y en cambio un cineasta no es libre para adaptar una novela al cine. El arquitecto Calatrava protesta porque el ayuntamiento de Bilbao retoca un puente suyo para hacerlo más seguro para los peatones. Y se intenta restringir el derecho a fotografiar el auditorio de Calatrava en Tenerife... desde la calle! Es un mundo surrealista y quieren hacerlo pasar por normal. Si se aplicara este absurdo a las Matemáticas o a la Física, el pensamiento científico-técnico dejaría de existir. Un matemático no tiene que pedir permiso para usar un resultado previo como demostración de sus propias teorías. Nadie de los presentes es capaz de decirme quién fue David Hilbert, matemático que floreció en la primera mitad del siglo XX; su obra constituye el aparato matemático de la Física Cuántica y por tanto Hilbert ha contribuido a configurar en gran medida nuestro mundo actual. Sin embargo, todos los presentes conocen a Picasso, no se sabe por qué.
¿Qué haremos cuando nos desconecten la ADSL por usar P2P? ¿Una huelga de conexión para presionar a las operadoras? Deberíamos construir redes autónomas, redes wifi independientes de las operadoras, y que nos permitan compartir sin la amenaza de la desconexión.

12.00 La hora del Angelus. Me recojo unos instantes en silencio y lo recito.

12.45 Vermut a cargo de Alf y Aleix: pinchos de salchicha, anchoas con pimientos y olivas, atún. Todo buenísimo. Temperatura: 20 grados centígrados; humedad relativa, 64%; vientos flojos de componente sur; estado de la mar, llana.

13.15 Alimentación. Los ponentes de este tema nos devuelven a la materia, recordándonos que, a pesar de píxeles y realidades virtuales, el cuerpo humano es una cosa que mea y echa pedos (con perdón). Para ilustrarlo eligen una historia concreta: cómo se produce la leche que bebemos. Todo empieza en Paraguay (o en Brasil, o en Bolivia), donde las tierras comunales con cultivos diversificados para el autoconsumo se están sustituyendo por el monocultivo de la soja, creando miles de desplazados que se convierten en pobres urbanos. La soja es el producto agrario más comercializado y el 92% de su producción se dedica al pienso de nuestras vacas. Si toda la soja que consumen estas vacas se cultivara aquí, la mitad del territorio catalán sería una interminable plantación de soja (y la otra mitad sería de maíz, y no quedaría sitio para nada más). Aquí, en los últimos años, el 75% de las explotaciones ganaderas han cerrado, y los que quedan, aunque propietarios de sus tierras, en la práctica son empleados de unas pocas transnacionales que controlan el suministro de semillas, piensos, y la comercialización posterior de la leche. Hay una gran concentración empresarial y muy pocos actores económicos controlan todo el proceso de producción y distribución. Se habla también de las patentes sobre la materia viva, las semillas sobre las que los campesinos han perdido el control pues están patentadas, la reducción de la biodiversidad, y la alternativa de las cooperativas de consumo.
En la discusión posterior planteo la siguiente cuestión: mientras en internet compartir es fácil, no requiere concienciación ni militancia y es una práctica generalizada, en cambio en el mundo de la alimentación sucede todo lo contrario. Sustraerse al modelo alimentario vigente requiere un laborioso proceso de concienciación, unas prácticas militantes, tener que tragar discusiones con puristas de toda calaña y las pocas cooperativas de consumo en funcionamiento no podrían absorber una demanda mayor en el caso de que estas prácticas se vulgarizaran y generalizasen. Aquí hay opiniones diversas, pero se admite que se requiere más motivación y mentalizarse en otro modelo alimentario, acostumbrarse a que en invierno no hay tomates y toca comer col a menudo. Se requiere un replanteamiento general de los hábitos de consumo y un mayor conocimiento del mundo. Para la mayoría de nosotros, el mundo de la alimentación está banalizado, nos limitamos a hacer dos gestos de extender el brazo en el súper y en la nevera e ignoramos la realidad de las grandes industrias agroalimentarias y el modelo de negocio y de vida que imponen aquí y en otros países: empiezas a tirar del hilo y puedes llegar a cuestionarlo todo a partir de una humilde col lombarda. Cuestionas incluso las luchas y resistencias que tienen lugar aquí: en Europa hubo mucho ruido cuando lo de las patentes de software, pero de las patentes sobre la vida, como afectan básicamente a campesinos pobres de fuera, no se ha dicho tanto.

15.00 Comida. El menú es un tanto macrobiótico, a pesar de lo cual no consigo sentir en mi cuerpo el equilibrio entre el ying y el yang, debe ser que no tengo fe. Temperatura 17 grados centígrados; humedad relativa, 62 por ciento; vientos flojos del sudoeste; estado de la mar, rizada.

16.00 Mientras un ecologista, fuera de programa, explica las virtudes de la espirulina, duermo la siesta. Sueño que me rodea una multitud de la cual se alza una voz que me proclama Mesías.

17.00 Espacio público. Unos antropólogos de la calle nos dan unas breves pinceladas. Entrar/salir, una actividad básica que delimita el dentro y el fuera, la casa y la calle. Merodeador, transeúnte, pasear el perro: actividad peripatética errática sin objetivo definido. Vida pública: interacción entre personas que no se conocen y establecen vínculos esporádicos de copresencia. El grupo de debate siguiente es más flojo que los dos anteriores. Tal vez se deba al cansancio, pero también a que los antropólogos han sido excesivamente académicos y no han acertado con un tono más, ¿cómo diría? burbujeante. Así que el grupo de debate en el que estoy queda más como recopilación de anécdotas. Hay turistas en el barrio gótico que preguntan a qué hora cierra el barrio, creen que es un parque temático. En las Ramblas hay dos ejes de circulación: los turistas siguen el eje longitudinal, mientras que los nativos atraviesan transversalmente. Hay una obsesión por controlar los vacíos urbanos, los intersticios entre las construcciones, el espacio difuso, con tal de asegurar y adornar la oferta inmobiliaria. No quieren dejar el más mínimo espacio sin controlar, hasta el punto de que un descampado parece subversivo y problemático. Llevamos treinta años de despolitización. Usar la calle es la base de nuestra vida; si perdemos la calle perdemos todas las batallas y se hace impensable lo que antes era cotidiano como montar una paradeta en las Ramblas. La fragmentación actual de luchas sociales no es un contexto para sumar fuerzas. Falta organización, "partido", algo de mínimos que nos agrupe si no seremos teóricos del mal rollo y calvinistas de la represión. Es simplista el discurso antiturista, formalmente dice lo mismo que el discurso antiinmigrante. La idea clave es la mercantilización, se ataca todo aquello que no da dinero. Las hogueras de San Juan están prácticamente prohibidas porque son gratuitas. Actividades varias, como un carnaval o una carpa en la universidad se hacen bajo el patrocinio y el ambiente de "carpa Movistar", fundiendo el espacio público con el comercial. Se quiere cambiar el modelo de turismo, el actual está saturado y deja poco dinero comparado con lo que desea la avaricia empresarial. Hasta las fiestas alternativas se mercantilizan porque son la gran oportunidad para financiar movimientos sociales, llegando los propios alternativos a expulsar lateros. En conclusión: es dinero, no civismo.

18.45 Merienda. Arroz negro y vichyssoise. Temperatura, 16 grados centígrados; humedad relativa, 90 por ciento; vientos fuertes del nordeste; estado de la mar, marejada.

19.00 Estaba prevista una discusión final plenaria, pero el cansancio mental y la digestión de tanta comida la desconvocan espontáneamente. Nos vamos a lo de Zana.

00.00 Me pongo el pijama, rezo mis oraciones y me acuesto pensando que mañana iré a desayunar churros. Para dormir, leo las memorias de don Soponcio Velludo, Cuarenta años en el catastro de Albacete. Temperatura, 21 grados centígrados; humedad relativa, 63 por ciento; brisa suave; estado de la mar, llana. Sin noticias de Gurb.

Y esto ha sido todo. A quien adivine los dos autores que cito en esta crónica, lo invito a un vermut.

martes, 27 de mayo de 2008

La amistad como forma de acción directa


Mornau realizó la película "Nosferatu, una sinfonía del horror" en 1922. Se trata de una adaptación de la novela de Bram Stoker con algunas diferencias significativas: el vampiro es el Conde Orlok, la acción no transcurre en Inglaterra y el mismo título de la película no es "Drácula". Mornau lo dispuso así porque no pudo conseguir los derechos de la novela, propiedad en aquel entonces de la viuda de Stoker. Esos pequeños cambios no fueron suficientes y, ante la evidencia de la adaptación, la viuda de Stoker interpuso un pleito y ganó: un juez resolvió que la película era ilegal y ordenó destruir todas las copias existentes. Por fortuna algunas copias se salvaron y permanecieron durante años escondidas en manos de particulares, y gracias a ellas hoy podemos disfrutar de una obra maestra considerada como la primera película de terror de la historia del cine.

Aquí cabe plantearse un pequeño dilema: lo ordenado por el juez, "lo justo", era que se destruyeran todas las copias, que la película dejara de existir; de hecho, no tendría que haberse rodado. Pero gracias a que Mornau desobedeció una ley sobre derechos de autor, y gracias a que algunas personas ocultaron copias y desobedecieron la orden del juez, hoy disponemos de una obra de arte que, de haberse cumplido con la legalidad, no existiría.

Si a cualquiera de nosotros nos preguntaran qué hubiéramos preferido, el cumplimiento de las leyes y no tener película, o el incumplimiento y disfrutar hoy de Nosferatu, creo que muchos escogeríamos sin dudar lo segundo. Planteemos la cuestión de un modo ligeramente distinto: dado que la existencia actual de copias de la película es consecuencia de varios actos de ilegalidad, para restaurar la justicia y para dar ejemplo, ¿deberían destruirse ahora las copias que se salvaron? Si hubiéramos de hacer caso a las campañas de propaganda de las entidades que se autodenominan defensoras de la propiedad intelectual tendríamos que responder afirmativamente. Por suerte, el sentido común nos indica otra cosa.

Hace ya tiempo que asistimos a una ofensiva legal y propagandística (ellos dirían "de concienciación") de entidades y asociaciones que agrupan a la industria audiovisual. Desde ese ridículo anuncio que debemos ver en los cines antes de la película ("ahora la ley actúa"), hasta todo tipo de demandas legales y cierres de sitios en la red, el último uno dedicado a escribir subtítulos de forma colaborativa y desinteresada. La ofensiva propagandística podría ahorrarse toda la moralina barata que destila y centrar de una vez la cuestión. El mensaje es: no tengas amigos. Puedes escoger entre ayudar a tus amigos e incumplir leyes de propiedad intelectual, o bien cumplir con todas esas leyes y renunciar a tener amigos. Parece un chiste, pero éste es el dilema que nos plantean. Hace unos días un amigo me visitó en casa y se puso a revisar la música y las películas que tengo; escogió unas cuantas que le gustaban y se las llevó para grabarlas. ¿Se supone que tendría que haberme negado ante tal acto de "piratería"? ¿Tendría que romper mi amistad con él? ¿Qué hago, dime, Ramoncín?

Si te interesan estas cuestiones, amable lector, estás invitado a participar en la jornada "Compartir dóna gustet" que tendrá lugar el 31 de mayo durante todo el día en Conservas, calle Sant Pau 58, Barcelona. Allí podremos meditar sobre el tema y decidir por fin si preferimos tener amigos y compartir nuestra riqueza con ellos, o bien si escogemos la misantropía y el aislamiento como mejor manera de garantizar el cumplimiento de la legislación vigente y los beneficios de la industria audiovisual.

¡Ay! quién me iba a decir a mí cuando de niño bajaba al parque a hacer amiguitos que algún día descubriría que tener amigos es ilegal. ¿Ilegal? Es revolucionario.

jueves, 15 de mayo de 2008

La reprise du travail aux usines Wonder




El vídeo que antecede no es ninguna ficción interpretada por actores. Es exactamente lo que dice el título: la vuelta al trabajo en las fábricas Wonder, en algún lugar de Francia. Mientras los trabajadores discutían en la entrada de la fábrica, alguien filmó este diálogo. Acontece al final del Mayo del 68, cuyo cuadragésimo aniversario se ha cumplido ahora. Visto por la gente que no vivimos los acontecimientos, y si hubiéramos de hacer caso a lo que narran los protagonistas bien situados ahora en puestos políticos o mediáticos, pareciera que Mayo del 68 fue básicamente una revolución hormonal. Una revolución centrada en romper tabúes sexuales, lazos familiares, disciplinas sociales, vínculos generacionales, un pequeño soplo de aire fresco en una sociedad encorsetada. Y poca cosa más. Pero fue mucho más, y es lo que este vídeo muestra. No se trató sólo de una revuelta estudiantil, sino que se enmarcaba en un ciclo de luchas obreras y huelgas generalizadas en toda Francia. Pero a las tres semanas de empezar todo, la clase política, la patronal y los grandes sindicatos pactan el final. En el vídeo se ve a dos delegados sindicales de la CGT francesa, uno de ellos se distingue por la corbata, intentando convencer a los trabajadores de que todo se ha acabado y entren en la fábrica. La chica joven, con expresión de asco y casi sollozando, viene a decir: "¡Yo no vuelvo ahí dentro!" Los delegados sindicales insisten todo el rato: es un buen acuerdo, suben los salarios un 10%, es una victoria, hay que saber cuándo parar una huelga, hay que ir por etapas (esto lo repiten mucho). El chico joven de la derecha, que no trabaja en la fábrica, dice que los sindicatos han traicionado a los trabajadores, que ese 10% lo recupera la patronal con la inflación y más cosas, pero es sobre todo la chica la que insiste una y otra vez: "yo no vuelvo ahí dentro", y describe la fábrica como una especie de cárcel de tristeza y miseria. Aunque no lo explicita, comprendemos lo que quiere dar a entender con su rabia y sus sollozos, lo que piensa más con las entrañas que con el cerebro: no nos hemos sublevado por un triste 10% de subida salarial, lo que queríamos era cambiar nuestras vidas, ¡yo no vuelvo ahí dentro!. Y los delegados sindicales dale que te pego: es un buen acuerdo, hay que ir por etapas, blablabla... Al final, alguien que parece el patrón o algún encargado suyo avisa que ya se puede entrar en la fábrica y los trabajadores, dóciles y en silencio, van entrando uno a uno. Esta escena se repitió en muchas fábricas de Francia aquel mismo día. Los delegados sindicales mentían a los obreros descaradamente: cuando proponían votar la vuelta al trabajo en una fábrica, decían que en otras ya habían decidido acabar la huelga, cuando no era verdad; en todas las fábricas repetían la misma maniobra. Estos diez minutos de filmación demuestran, mejor que ninguna historia escrita, lo que son estos sindicatos: bomberos prestos a apagar el fuego cuando el incendio corre el peligro de extenderse.

Esta filmación estuvo años perdida y se redescubrió por casualidad. A raíz del hallazgo se intentó localizar a todas las personas que intervienen para saber qué había sido de sus vidas 30 o 40 años después. Me dicen que, acabado el mayo del 68, acabada aquella situación de excepcionalidad, aquella explosión de libertad, hubo gente incapaz de resignarse a volver a la normalidad, al aburrimiento, al sometimiento y al trabajo, y que algunos se suicidaron ante la imposibilidad de renunciar al cambio que habían saboreado en sus vidas durante aquellas pocas semanas. De las personas de la filmación, la única que no pudo ser identificada ni localizada fue la chica joven. No se ha vuelto a saber nada de ella. Podemos suponer que no volvió al trabajo aquel día. Que se marchó y cumplió lo que decía entre sozollos y gritos de rabia: "¡Yo no vuelvo ahí dentro!".

domingo, 4 de mayo de 2008

Ecos de sociedad

Visitaba el otro día una conocida librería cuando me percaté, con perplejidad y cierto gozo, de que tenía una sección etiquetada como "Miscelánea". Con curiosidad repasé los títulos y ésto es lo que encontré: un libro sobre el cultivo de la marihuana, otro sobre huertos urbanos, un manual de tareas domésticas para hombres separados, una guía de tumbas y cementerios célebres de todo el mundo y un tratado sobre protocolo. Cogí el ejemplar que a priori parecía más interesante: la guía mundial de tumbas y cementerios célebres, pero lo devolví a su lugar decepcionado pues no contenía ningún tipo de ilustraciones que acompañasen el texto. Al salir de la librería, y mientras me dirigía a una cita con dos lectores habituales de este blog (y que son mucho más que eso, pero ésa es otra historia), meditaba sobre los hallazgos que había hecho y decidí que el más aprovechable era el manual sobre protocolo y buenas maneras. Como es sabido, en nuestra época se da un cierto relajamiento de las costumbres que ha provocado importantes cambios en los modos de sociabilidad, tema de estudio y de normatividad del protocolo, especie de pragmática del trato social. Así que, movido tal vez por el hado que dispuso mi encuentro con aquel libro de protocolo, me animo hoy a emprender un esbozo de investigación sobre las relaciones sociales.

Siendo fieles a nuestra particular manera de acercarnos a la realidad, que rehuye de toda sistematización y se complace en la recopilación del dato minúsculo y anecdótico, he decidido centrar este estudio de hoy en una cotidiana e inagotable forma de sociabilidad como es el hábito del cotilleo. Si tú, lector, eres partidario de las tesis de Heidegger, sería preferible que no siguieras leyendo, pues como ya sabes, el pensador del Ser abominaba de esta práctica del cotilleo, de las habladurías, del ansia de novedades, y consideraba que su práctica nos mantenía en la inautenticidad, inhabilitados para, en el silencio, plantearnos la cuestión de la pregunta que interroga por el sentido del Ser. De todas maneras, a riesgo de parecer osado, voy a cometer el atrevimiento de contradecir a tan gran pensador y me permito sugerir que tal vez su juicio acerca del ansia de novedades y la habladuría fue demasiado severo. Pues si es verdad que ser-ahí es ser-con-los-otros, y que el lenguaje es la morada del Ser, ¿qué mejor fenómeno que el cotilleo para estudiar simultáneamente el ser con los otros y el lenguaje, que en este caso habla de los otros? Sí, el cotilleo habla de los otros y de cómo son las vidas de los otros, y es el momento en que el lenguaje comienza a desplegarse más allá de su uso estrictamente práctico y utilitario. Y, en todo caso, tenga en cuenta nuestro posible lector heideggeriano que no es tan importante qué sea el Ser, sino qué hacemos con nuestras vidas, y para eso usaremos hoy el cotilleo como herramienta de investigación.

Cotillear consiste en hablar de la vida más o menos privada de terceros, y hablar más bien mal. El escenario en que tiene lugar esta actividad ha ido cambiando a lo largo de la historia. Actualmente, por ejemplo, suele hacerse en la televisión, a cargo de unos profesionales especializados en esta tarea. En otras épocas era una actividad más autogestionada y se realizaba en lugares donde la gente coincidía de forma cotidiana. Por ejemplo, en la imagen que encabeza este texto, podemos ver uno de tales sitios. Se trata de una letrina pública de la época romana, en la ciudad de Ostia. Todos hemos visto películas donde personajes romanos hacen vida social en las termas y discuten los importantes asuntos del Senado mientras se bañan o reciben algún masaje. Pero por evidentes razones estéticas y de decoro, el cine nos ha escamoteado que las letrinas públicas eran también un lugar donde hacer tertulias y relacionarse con los vecinos. Sólo las familias adineradas dispondían de retrete privado, las clases populares debían acudir a las letrinas públicas, y nunca mejor dicho, porque defecaban en público. Como se aprecia en la imagen, no había cabinas individuales, sino salas comunitarias con bancos de piedra dotados de unos orificios a intervalos regulares que ya podemos imaginar para qué servían. Por debajo del banco de piedra transcurría una canalización de agua apropiada para evacuar las deposiciones y, en la foto, todavía es perfectamente visible el canalillo que transcurría a los pies de los defecadores. Por ese canalillo discurría agua y los funcionarios públicos depositaban allí unas esponjas que servían para limpiarse, y que eran también de uso comunitario. Podemos imaginar el ambiente del sitio, con gente entrando y saliendo, y las conversaciones que podrían tener lugar allí, a veces entre vecinos de asiento, a veces tertulias generales donde participaría toda la sala.

El otro día, durante la cita con mis dos lectores, tras plantearnos brevemente la cuestión de la pregunta que interroga por el sentido del Ser, y declarándonos incapaces de arrojar nuevas luces sobre el tema, convinimos en entregarnos a habladurías y cotilleos. Aunque el escenario donde tuvo lugar este encuentro fue la terraza de un bar y no una letrina pública. Guiado por un espíritu introspectivo y de autoexploración, me dediqué a contar un cotilleo que había llegado a mis oídos, en lugar de observar pasivamente las habladurías que pudieran proferir mis dos contertulios. El caso que narré es el siguiente:

Parece ser que unos días antes, en cierto bar de esta ciudad conocido también por sus actividades culturales, se hallaba presente una pareja en actitud amorosa. De repente, de entre la multitud, aparecieron unas chicas que atacaron al elemento masculino de la pareja alegando que estaba cometiendo una "agresión sexual". La supuesta agredida adujo que no era tal el caso, que eran pareja y que su proximidad no se debía a acoso ni agresión alguna. Finalmente la pareja incomodada de esta manera abandonó el local.

Esta habladuría, que supongo cierta en términos generales, me ha resultado especialmente cómica en primer lugar por lo esperpéntico del caso, y segundo porque ya tenía noticia de la actuación de este grupo que lo que más me evoca es a esas llamadas "patrullas vecinales" que a veces aparecen en barrios especialmente degradados; incluso conozco personalmente a alguna víctima de sus correrías anteriores. Desconozco cuál pueda ser la ratio de aciertos de esta patrulla, aunque la anécdota narrada y el caso conocido por mí no me hace augurar un balance exitoso. Por otro lado, sospecho que ciertos principios de procedimientos judiciales, como presunción de inocencia, verificación de pruebas, derecho a una defensa, apelación, proporcionalidad de la pena impuesta, prescripción, agravantes y eximentes, acusaciones en falso, etc, no forma parte del ideario de ese grupo. Más bien imagino que conciben el linchamiento como una forma de democracia directa (según escoliastas orales a Toni Negri en un seminario sobre Poder Constituyente). Hace unas semanas, en otro bar de ambiente parecido al que acogió la anécdota narrada, unos amigos me señalaron discretamente la presencia de una miembro de esta patrulla, pero parece que ese día no estaba de servicio. Debido a que corro un cierto peligro de coincidir con este cuerpo parapolicial, y visto que mi carencia de antecedentes en materia de agresiones sexuales no es ninguna garantía, sería de desear que emitieran un comunicado aclarando qué locales y zonas consideran bajo su "jurisdicción", y si los dueños de esos locales están de acuerdo. Así podría decidir si voy o dejo de ir a ciertos sitios. Mientras tanto, y como medida de protección, recomiendo a mis lectores masculinos llevar siempre un pequeño bote con algo de harina dentro y etiquetarlo con la leyenda CsBr, es decir, bromuro de cesio, pues estas sales tienen efecto sedante y se decía que se las daban en las comidas a los soldados españoles durante el extinto servicio militar para aplacar su líbido. Al llegar a un local de riesgo a donde acudes para ver la actuación de un amigo poeta, por ejemplo, puedes sentarte en la barra, pedir una cerveza, sacar el bote de supuesto bromuro manteniéndolo bien visible y pedir a todas las mujeres que se mantegan alejadas de ti como si se temiera en el local una inminente redada de la policía religiosa saudí. O eso, o que se pongan uniforme y lleven placa de identificación cuando estén de servicio las agentes de este somatén.

Animado de espíritu de empresa, y con el ánimo de que aprovechen las oportunidades que ofrece Barcelona a los emprendedores, me atrevo a proponer a estas personas que regularicen su actividad siguiendo la estela de la acrisolada tradición comercial catalana. La propuesta es muy sencilla: fundar una cooperativa y cobrar por lo que hacen. Hasta ahora se han dedicado a propinar palizas a supuestos agresores sexuales, a veces reales, a veces imaginarios, a veces sí pero no era para tanto, etc. Pero, ¿han pensado en la cantidad de hombres que no sólo no protestarían por recibir la paliza, sino que pagarían por ello? El vicio inglés creo que lo llaman. No sería mala promoción: pasar de agente parapolicial a dominatrix, ofrecer un servicio a honrados padres de familia y estresados hombres de negocios que necesitan el desahogo de un buen correctivo, y encima cobrar por ello. Si se deciden a emprender esta nueva actividad, que tengan en cuenta que no todo vale, como hacen hasta ahora, y aunque estén zurrando al cliente, éste no deja de ser cliente y merece unas ciertas atenciones que sus represaliados no reciben. No vendría mal que antes de empezar estudiaran algo de protocolo y buenas maneras en este sitio.

Bien, queridos lectores, hasta aquí el caso. Como podrán apreciar, un buen cotilleo debe ser real, truculento, esperpéntico y polémico. A partir de su estudio será posible profundizar en la condición humana e investigar la naturaleza de nuestras instituciones sociales. Y antes de terminar, aprovecho para exhortar a nuestras paramilitares a que renuncien a la práctica de la Ley de Lynch, no creo que sea una aplicación válida de la democracia directa y ante la falta de garantías con que ejercen su ministerio, resulta peor el remedio que la enfermedad. A ver si puedo dejar de ir a ciertos locales con el frasco de bromuro por si a caso; no quiero que mi vida social y lúdica se reduzca a fiestas tan poco atrayentes como la que pueden ver a continuación.