jueves, 24 de septiembre de 2009

¿Conoces a alguien de la sociedad civil catalana?

Como ya sabréis, se ha descubierto que el señor Fèlix Millet, que era presidente del Orfeó Català, sociedad coral propietaria del Palau de la Música, se ha dedicado a saquear de manera sistemática los dineros de la entidad. Cuando se ha divulgado la noticia se han proferido comentarios del tipo "conmoción entre la sociedad civil catalana" y cosas por el estilo. Estos días también ha sido noticia la notoria práctica de la prostitución en las ramblas de Barcelona, que también ha provocado, se dice, un cierto escándalo, pero no sabemos a qué tipo de gente ha causado vergüenza este hecho, porque no consta que la sociedad civil catalana haya sido mencionada en los medios que han tratado la noticia.

Esta presencia de la sociedad civil en los hechos referentes al Palau de la Música y su ausencia de algo que pasaba a unas pocas calles de distancia me ha llevado a preguntarme qué debe ser eso de la sociedad civil catalana. ¿Conozco yo a alguno de sus miembros? ¿Soy parte de ella? Podríamos empezar intentado elaborar una definición sobre tal grupo para luego ver quién forma parte de él y quién no, pero no es un buen método. Las definiciones de estos conceptos a veces pretenden ocultar lo que es realmente en lugar de mostrarlo. Y para conceptos evanescentes ya tenemos, por ejemplo, "católico no practicante", cuya absurdidad queda más manifiesta si lo traducimos al campo de las dietas y nos empeñamos en pretender que existen, por ejemplo, "vegetarianos no practicantes".

Que el concepto de sociedad civil catalana tiene algo de trampa queda claro desde el momento en que se usa: la necesidad del término da a entender que no abarca el conjunto de la población del país, pues si todo el mundo fuera "sociedad civil" no haría falta emplear una expresión específica, bastaría con referirse al conjunto de la sociedad. Un somero repaso de las últimas noticias aparecida en los medios puede ayudarnos a delimitar quién forma parte y quién no de tal grupo. Por ejemplo, en las noticias sobre obreros de Nissan protestando por sus despidos, ningún medio se ha referido a esa gente calificándolos de sociedad civil. Tenemos pues un primer dato: los obreros de la Nissan no forman parte de la sociedad civil catalana. Y creo que podemos extrapolar este resultado a toda la población trabajadora en general. Ya hemos visto que en las noticias sobre prostitución en el centro de Barcelona tampoco se hacía mención del término. Así que tenemos otro dato: las putas del Raval tampoco son sociedad civil catalana.

Entonces, ¿qué hay que hacer para que te consideren miembro de ese grupo? Hagamos un repaso de lugares y actividades que hemos podido encontrar vinculados al término que investigamos: el Liceu, el Palau de la Música, el trofeo de tenis Conde de Godó, el Círculo Ecuestre, Fomento del Trabajo... Veamos otro ejemplo: se manifiestan en el centro de Barcelona un grupo de okupas, prostitutas, skaters, lateros, etc, protestando por la existencia de la normativa del civismo; entonces se dirá que grupos antisistema han organizado una manifestación ilegal. En cambio se reúnen en el Ateneo Barcelonés Fèlix Millet, Joan Laporta, Isidre Fainé y el Abad de Montserrat, para hacer público un manifiesto de apoyo a la conservación del patrimonio modernista. Esto sí habrá sido un acto de la sociedad civil catalana.

Pero, queridos lectores, ¿hacen falta más ejemplos? ¿Es necesario darle más vueltas? Creo que ya está claro, y que con lo dicho cada uno podrá decidir por sí mismo si pertenece o no a esa sociedad civil. Y de paso, podrán contestar a la pregunta que hace de título. ¿Conoces a alguien de la sociedad civil catalana?

viernes, 14 de agosto de 2009

Lecturas de verano

...ampliar la ofensiva significa radicalizar la insubordinación a cualquier jerarquía ejercer nuestra creatividad destructiva contra la sociedad del espectáculo sabotear los coches y las mercancías que sabotean nuestra vida promover huelgas generales salvajes por tiempo indeterminado reunirse siempre en asamblea en todas las fábricas de la periferia elegir delegados siempre revocables por la base conectar constantemente todos los lugares de lucha no descuidar ninguno de los medios técnicos útiles para la comunicación liberada dar un valor de uso directo a todo lo que tiene un valor de cambio ocupar permanentemente las fábricas y los edificios públicos organizar la autodefensa de los territorios conquistados y adelante con los faroles...

lunes, 27 de julio de 2009

sábado, 18 de julio de 2009

¿Cuál de ellos eres tú?

Lectores, les propongo una pequeña encuesta. En el vídeo que les presento, realizado por el ayuntamiento de Barcelona, una muestra representativa del vecindario habla y reflexiona sobre la ciudad. Algunos de los testimonios son impactantes y en conjunto realizan una descripción descarnada y realista de la ciudad y de la vida cotidiana de sus gentes. ¿Con cuál de estos testimonios te identificas más?

miércoles, 17 de junio de 2009

Sobre la desafección al régimen

Según bajo las escaleras del metro hacia el andén, oigo cómo por la megafonía me dicen que me están vigilando, aunque es por mi propia seguridad, me indican. Mientras espero sentado a que llegue el tren, vuelve a sonar el altavoz recordando la lista de prohibiciones: "no fumes en los pasillos, no fumes en los andenes, no fumes en los vagones, ¡en el metro está prohibido fumar!". Al cabo de unos minutos de nuevo suena una voz que dice que agarres bien el bolso y tengas cuidado con tus pertenencias, que parece que en el metro te pueden robar. A continuación repiten el mismo mensaje (supongo) pero en chino, la banda sonora que acompaña estos avisos da escalofríos.
Allí estoy, sentado en un incómodo banco metálico mientras medito sobre lo poco acogedor que resulta que te reciban en el metro con una lista de prohibiciones, con avisos de que vigiles no sea que te roben y con el anuncio de que todo lo que hagas está siendo filmado. El banco, por cierto, tiene unos inoportunos reposabrazos especialmente diseñados para que no puedas tumbarte sobre él. ¡Qué acogedor!
Cojo de la papelera un periódico para entretenerme y leo que la empresa British Airways pide a sus trabajadores que renuncien al sueldo de un mes y trabajen gratis por el bien de la empresa. En la misma página, el presidente de Renault-España, un tal Jean Pierre Laurent, pide a los trabajadores que "cambien de chip" y estén dispuestos a trabajar más a cambio de menos. Y pasando la hoja, sale nuestro presidente Montilla, que nos dice que hay que alargar la vida laboral, cosa que me sume en unas meditaciones fúnebres al preguntarme qué concepto de la vida debe tener este hombre, tal vez ni siquiera crea que haya vida antes de la muerte. Cuando llega el metro y me levanto para cogerlo, miro un cartel publicitario que había junto al banco. Una cara simpática que pide que me convierta en donante de ideas, por lo visto el ayuntamiento de Barcelona recoge ideas de los ciudadanos para no se qué reforma de la Diagonal. No pagan nada por las ideas. Debe ser el estilo British Airways. O que ya han cambiado el chip al estilo Renault.
Entro en el vagón. Calor y con el aire acondicionado al mínimo, todo el mundo suda. Aquí dentro, por lo menos, no me amenazan por la megafonía. Sigo con el periódico. Parece que hay preocupación entre nuestra clase política progresista por la desafección mostrada en las recientes elecciones europeas. Otra noticia: el blog de nuestro alcalde, Hereu, cuesta 900 euros diarios, ¿quién se lo debe escribir? Evidentemente, no un donante de ideas.
Llego a mi estación. Me bajo y lanzo el periódico a una papelera. Mientras subo las escaleras hacia la salida, vuelve a sonar por la megafonía del metro la lista de prohibiciones.

sábado, 2 de mayo de 2009

Sobre las películas de miedo

El corto se titula Miedo. Y uno pensaría que se trata de una película de miedo, o sea, que pertenece al género de terror, con sus vampiros, zombis o fantasmas en casas embrujadas. Sin embargo, en el corto no aparece ninguna de esas criaturas, a pesar de lo cual, creo que la podemos adscribir con toda razón al género de terror; aunque bien es verdad que para ello debemos hacer una cierta redefinición del género.
Éste siempre consistía en que un acontecimiento extraordinario, sobrenatural, interrumpe la realidad cotidiana, normalmente en forma de criatura anómala, monstruosa, que viene a alterar las reglas de funcionamiento del mundo. Pero en el miedo que se nos muestra en Miedo es justamente lo contrario: es la ausencia de cualquier tipo de interrupción de la cotidianeidad. Nunca pasa nada. Nunca sucede nada que interrumpa lo obvio de la realidad, el curso predecible de nuevas vidas: trabajar, trabajar, trabajar...
Y mientras el desarrollo y conclusión del relato tradicional de miedo consiste en que el héroe protagonista neutraliza la amenaza, neutraliza la interrupción provocada por lo extraordinario y restaura lo cotidiano, en esta redefinición del género de terror el desarrollo y conclusión, aquello por lo cual se provoca la sensación de miedo, consiste en ver cómo el protagonista se convence de la imposibilidad de producir acontecimientos extraordinarios y liberadores que interrumpan esta realidad cotidiana que pesa sobre nosotros como una losa sepulcral.

sábado, 18 de abril de 2009

Miedo



Lectores de este blog: el viernes 24 de abril, a las ocho de la tarde, en la Sala Conservas, estrenamos "Miedo", cortometraje que hemos realizado entre unos cuantos amigos. Aunque el tráiler de arriba dice que a las nueve, estaremos allí a partir de las ocho. Todo lo que pudiera escribir ahora mismo sobre el miedo y otras pasiones relacionadas que nos paralizan y nos hacen aceptar esta malsana e infame vida que llevamos, está explicado ya en la película. Así que quedan invitados a venir a verla.

jueves, 26 de marzo de 2009

Ha llegado la hora de la verdad


Después de meses de pedir diálogo, de intervenciones bienintencionadas que pretendían establecer lazos con las instituciones académicas, el diálogo democrático se ha mostrado absolutamente inútil. El diálogo que ofrece la institución se presenta como un diálogo entre iguales, cuando en realidad es asimétrico ya que en él las reglas están impuestas de antemano. Es como dialogar en una comisaría. El diálogo sólo es posible si al hablar se ocupa uno de los lugares previamente asignados. Fuera de este simulacro de escenario el habla no es reconocida como voz política y, por tanto, pese a poder expresarse (¡faltaría más!) no tiene ningún efecto ni ninguna posibilidad de intervenir políticamente. En efecto, el rector de la Universidad de Barcelona tiene razón cuando afirma que se ha rebasado una línea roja. Pero no hemos sido nosotros sino ellos los que, ante ese nosotros que toma la palabra, han recurrido sencillamente a imponer el silencio democrático. Ha llegado la hora de la verdad.
Bolonia no es algo aislado, sino parte de un proceso de ataque a todos los espacios que aún pueden oponer una resistencia al avance del capital. La Universidad está asediada. Bolonia ataca directamente nuestra vida, pero ya no sólo como estudiantes. No queremos convertir nuestra vida en una vida gestionada antes de que pueda ser vivida, una vida hipotecada cuyos costes de promoción tenemos que empezar a pagar ya. Ha llegado la hora de la verdad. Se ha abierto un espacio de politización y este hecho produce miedo en estas instancias que imponen las reglas del juego. Ahora no somos nosotros quienes sentimos miedo. De nosotros depende llenar este espacio que se abre de rabia y de creatividad, o bien llenarlo de palabras vacías disfrazadas de llamadas al diálogo.

Vidas precarizadas

(Octavilla que me han dado unos estudiantes)

jueves, 22 de enero de 2009

Un negocio piramidal


El Método Ponzi, o modelo de negocio piramidal, viene teniendo gran protagonismo de un tiempo a esta parte, y ello parece ser debido a que, en última instancia, todo negocio especulativo es alguna clase de variante de la estafa piramidal. Toda entidad financiera que paga unos intereses por encima de la media lo hace siguiendo el sistema que inauguró el señor Ponzi: los intereses que se pagan a los antiguos inversores no vienen de rendimientos del capital de la entidad sino del capital que aportan los nuevos socios, con lo cual se requiere, para que este tinglado se sostenga, que entre contínuamente gente nueva siguiendo un ritmo exponencial. Pero tarde o temprano, debido a esa pertinaz finitud que caracteriza a las cosas de este mundo, dejan de surgir nuevos socios y la pirámide se derrumba: si decrece el ritmo con el que se reclutan nuevos miembros, los antiguos dejan de recibir sus intereses. Y así ha sucedido con Madoff, con Forum Filatélico, y con tantos otros.
Como consecuencia de lo que dicho queda, el concepto de negocio piramidal ha sufrido un gran descrédito, y el propósito de este post es demostrar cómo no hay mal que por bien no venga, y un negocio piramidal puede venir a socorrernos en esta era de dificultades, rehabilitando, de paso, al escarnecido cuerpo geométrico.

Por otra parte, bien mirado, todo el sistema capitalista es, de hecho, una suerte de sistema piramidal: los empresarios procuran pagar los sueldos más bajos posibles para reducir costes y aumentar beneficios, pero para realizar esos beneficios necesitan vender lo producido. Está claro que los trabajadores precarios, a la larga, no pueden constituir la masa de los consumidores compulsivos, por lo que se necesita continuamente abrir nuevos mercados. Además, siguiendo la lógica del capital, el beneficio obtenido debe reinvertirse en una escala mayor, pues el dinero inmovilizado no es capital y se deprecia. En definitiva, el capitalismo necesita el crecimiento continuo: más producción, más consumo, y si es posible a un ritmo cada vez mayor. Esto lo resumía Marx cuando decía aquello de que el capital debe conjurar contínuamente sus propios límites. Por tanto, todo el sistema capitalista se puede ver también como un inmenso negocio piramidal que, tarde o temprano, se interrumpe por causa de la obstinada finitud de las cosas de este mundo, y eso parece ser muy malo para una máquina que necesita girar siempre, y acelerando.

Meditando sobre este asunto, y deleitándome en la contemplación de esa extraña pirámide que aparece en los billetes de dólar, fue como di en pensar que si las pirámides virtuales de la estafa y el crecimiento continuo chocan contra los límites de la realidad, tal vez las pirámides materiales, las de piedra, pudieran socorrernos en estas apreturas que ahora sufrimos. Como es sabido por todo el mundo, en el Antiguo Egipto se construían pirámides, amén de templos, hipogeos, canales de riego y, en general, toda suerte de obras públicas. Al contrario de lo que cree el vulgo, estas obras las llevaban a cabo trabajadores asalariados, pues en Egipto no había esclavitud (fuera de casos aislados). Incluso se tiene constancia de la primera huelga documentada de la historia protagonizada por estos trabajadores. Sucedió en el año 29 del reinado de Ramsés III (segundo faraón de la vigésima dinastía) entre los obreros que construían las tumbas del Valle de los Reyes. Debido a que los trabajadores dejaron de recibir los suministros que constituían su paga (no usaban la moneda), se declararon en huelga y marcharon en manifestación hacia los templos locales (o sea, las sedes de los centros administrativos del Estado). Allí presentaron un pliego de peticiones cuyo contenido se ha conservado: "...Hemos venido aquí a causa del hambre y la sed. No tenemos ropa, ni cosméticos, pescado ni verduras. Informad al Faraón, nuestro buen señor, sobre la situación, e informad al visir, nuestro superior, de que los suministros tienen que sernos enviados".

Pero basta ya de divagar y vamos entrar en materia. La pregunta que debemos hacernos es ¿en qué se nota que hay crisis? Y para facilitar la reflexión de los lectores, nos vamos a retrotraer al pasado. Antes del capitalismo, se notaba que había crisis por el hecho de que no había para comer: las cosechas habían fracasado por sequía, por plagas, por inundaciones, o por disminución en la productividad del suelo; era lo que se llaman "crisis de subsistencia". Los graneros estaban vacíos. Repitan todos conmigo: Los graneros estaban vacíos. Pues bien, ahora viene la gran pregunta, en estos momentos, ¿están vacíos los graneros? Para reunir evidencia de primera mano, he salido a la calle y me he dirigido a un supermercado Caprabo: los estantes estaban llenos a rebosar, había de todo, exactamente igual que antes de la crisis. Después he pasado ante el escaparate del bazar El Regalo: lo mismo, lleno de televisores, batidoras y demás menaje electrónico. He llegado a la conclusión, pues, de que los graneros están llenos. Luego no hay crisis de subsistencia: tenemos de todo. Es más, en la prensa dicen que algunas fábricas despiden obreros porque tienen stock sin vender en sus almacenes: no es que haya de todo, es que hay demasiado de todo: coches, pisos, etc. ¿Luego dónde está el problema? Si nuestro sistema económico es tan productivo que no sólo tenemos de todo, sino que producimos más de lo que podemos consumir, la solución es obvia: producimos menos y rebajamos de manera generalizada la jornada laboral. Con lo cual no entiendo cómo es que en la Unión Europea se está proponiendo aumentarla hasta las 65 horas semanales... de verdad que no se entiende. Como tampoco se entiende que la solución que se propone a esta mal llamada crisis (¡pero si hay de todo y encima sobra!) sea la vuelta al keynesianismo: que el Estado fomente las obras públicas. Más autopistas, más trenes de alta velocidad, más pistas de aeropuertos, más puertos deportivos, más infraestructuras, más cemento en la costa, en el llano y en la montaña. Más de lo mismo que ya tenemos... No me negarán que esta solución tiene un gran impacto sobre el territorio, el paisaje, contamina, degrada, consume energía... Bien, aquí llego yo con mi propuesta. Se trata de una solución keynesiana pero con la intención de minimizar el impacto sobre el territorio, el despilfarro energético, la contaminación, etc. En vez de construir más autopistas y más puertos deportivos que no necesitamos, propongo, de acuerdo con la naturaleza piramidal del capitalismo y de sus crisis y estafas, que construyamos pirámides de verdad. Esto requiere, desde luego, recuperar las costumbres funerarias del Antiguo Egipto y modificar el protocolo sobre los funerales de Estado. Empezando por el Rey, y recorriendo hacia abajo todo el escalafón autoritario: ministros, presidentes de comunidades autónomas, alcaldes... todos ellos deberían encargar, con el dinero que dicen dedicarán a rescates financieros de bancos, encargar, digo, una pirámide para el día que fallezcan. ¿Que hay un ERE en la Seat de Martorell? No pasa nada, nuestro presidente, el señor Montilla, encarga su pirámide y los obreros que iban a ser despedidos tendrán por delante veinte años de trabajo asegurado. El impacto de este tipo de obra pública es muy inferior al de una autopista, por ejemplo: la pirámide ocupa muy poco terreno, está hecha de piedra, no produce residuos contaminantes... Una vez construida no sirve absolutamente para nada, pero el negocio no está en la utilidad de la obra acabada, sino en su misma construcción, a semejanza de ciertos canales de regadío por los que jamás ha corrido agua pero que supusieron un buen negocio a la empresa que los realizó.

Estudiemos ahora la cuestión desde un punto de vista ligeramente diferente. ¿Qué es lo que realmente sucede?, quiero decir, ¿cuál es la necesidad que no se satisface y que provoca la crisis? Uno podría pensar: hay demasiada mano de obra que no puede ser absorbida por el sistema económico... ¡Falso! pues hasta hace cuatro días teníamos una situación de pleno empleo y, como ya he dicho, eso no es un problema sino una bendición: se rebaja la jornada laboral y así todos trabajamos menos. De lo que en realidad hay demasiado hasta el punto de que el sistema capitalista no puede absorberlo es de... Capital. Como ya se dijo antes, el beneficio obtenido por la empresa se tiene que invertir de nuevo para que vuelva a funcionar como capital, con lo cual hay cada vez más capital queriendo ser invertido... hasta que llega un momento en que ese capital ya no encuentra dónde invertirse, es una crisis de sobreproducción, y eso el capitalismo, en vez de oxímoron, lo considera catástrofe.

Hay una tercera solución al dilema que me parece la más razonable: no pensar en las necesidades del Capital (que siempre tiene "necesidad" de invertirse), sino en las de la gente; si ya hay mucho de todo, pues lo dicho antes: se reduce la jornada laboral de manera amplia y general. Si no se quiere hacer esto, entonces queda el keynesianismo en sus diversas variantes: o se construyen más autopistas y coches que no se necesitan o bien se construyen pirámides, que tampoco se necesitan pero que ensucian y matan menos.