sábado, 2 de mayo de 2009

Sobre las películas de miedo

El corto se titula Miedo. Y uno pensaría que se trata de una película de miedo, o sea, que pertenece al género de terror, con sus vampiros, zombis o fantasmas en casas embrujadas. Sin embargo, en el corto no aparece ninguna de esas criaturas, a pesar de lo cual, creo que la podemos adscribir con toda razón al género de terror; aunque bien es verdad que para ello debemos hacer una cierta redefinición del género.
Éste siempre consistía en que un acontecimiento extraordinario, sobrenatural, interrumpe la realidad cotidiana, normalmente en forma de criatura anómala, monstruosa, que viene a alterar las reglas de funcionamiento del mundo. Pero en el miedo que se nos muestra en Miedo es justamente lo contrario: es la ausencia de cualquier tipo de interrupción de la cotidianeidad. Nunca pasa nada. Nunca sucede nada que interrumpa lo obvio de la realidad, el curso predecible de nuevas vidas: trabajar, trabajar, trabajar...
Y mientras el desarrollo y conclusión del relato tradicional de miedo consiste en que el héroe protagonista neutraliza la amenaza, neutraliza la interrupción provocada por lo extraordinario y restaura lo cotidiano, en esta redefinición del género de terror el desarrollo y conclusión, aquello por lo cual se provoca la sensación de miedo, consiste en ver cómo el protagonista se convence de la imposibilidad de producir acontecimientos extraordinarios y liberadores que interrumpan esta realidad cotidiana que pesa sobre nosotros como una losa sepulcral.

2 comentarios:

sublibrarian of the year dijo...

Exquisito, como siempre.

Yo sólo les tenía miedo a éstas.

Menos mal que los indepes las curaron a base de costumbrismo.

p@p@; dijo...

"el protagonista se convence de la imposibilidad de producir acontecimientos extraordinarios y liberadores que interrumpan esta realidad cotidiana que pesa sobre nosotros como una losa sepulcral"

Después de sentir la presión familiar durante 20 años de convivencia forzada, decidí romper con esa cotidianeidad impuesta y me atreví a experimentar nuevas realidades. No hicieron falta drogas ni adicciones de ningún tipo, tan solo pasión por conocer y vivir. Hoy puedo decir que la rutina no forma parte de mi vida y que la atención que le presto a los hechos cotidianos me ayuda a percibir lo extraordinarios y liberadores que pueden ser muchos encuentros.