sábado, 6 de diciembre de 2008

Autobiografía sin acontecimientos


Considero la vida como una venta donde tengo que esperar hasta que llegue la diligencia del abismo. No sé adónde me llevará, porque no sé nada. Podría considerar esta venta una prisión, porque estoy obligado a esperar en ella; podría considerarla un lugar social, porque aquí me encuentro con otros. No soy, sin embargo, ni impaciente ni vulgar. Dejo estar a los que se encierran en el cuarto, echados indolentes en la cama donde esperan sin sueño; dejo hacer a los que conversan en las salas, de donde las voces y las músicas llegan cómodas hasta mí. Me siento a la puerta y embebo mis ojos y oídos en los colores y los sonidos del paisaje, y canto lento, sólo para mí, vagos cantos que compongo mientras espero.

Para todos nosotros caerá la noche y llegará la diligencia. Gozo de la brisa que me dan y del alma que me dieron para gozarla, y no pregunto más ni busco. Si lo que dejé escrito en el libro de los viajantes puede, releído un día por otros, entretenerlos también en el tránsito, estará bien. Si no lo leen, ni se entretienen, estará bien también.

Fernando Pessoa: Libro del desasosiego

3 comentarios:

Montserrat dijo...

En cambio yo salgo a la calle en lugar de esperar la diligencia. Gusto de encontrarme con otros aventureros de viajes soñados para compartir palabras y miradas al sol. La venta es gris y fría y sé seguro que no estoy obligada a esperar en ella. Sólo espera el que tiene miedo de vivir, no sea que no vea venir a la diligencia y se le escape. A mi, la fugitiva, habrá que buscarme lejos, sortear el laberinto y llegar a mi si es que aún estoy y no volé a otros mundos sin ventas-prisiones ni diligencias-mortajas.

Anónimo dijo...

Porque, a veces, en estas ventas-prisiones mientras espera uno las diligencias-mortajas, uno se lleva esas sorpresas que son las que ilusionan y mantienen el suspense en esta liga que es la vida. Probablemente los griegos perderán, pero incluso si así fuera, que vaya ud. a saber, para empezar "que les quiten lo bailao" durante estos días.

Pero aún estamos dentro del partido, vete tú a saber que pasará allá, porque aún no se ha acabado el partido, y, en todo caso, aún queda mucha liga.

Mucha gente del este murió esperando que se derrumbaran aquellas oscuras tristes y férreas dictaduras. Pero otros muchos vieron con sus ojos como aquello que parecía imposible sucedía, como aquella puta mierda se derrumbaba. Lo que vino después no fue ninguna ganga, pero bueno como decían los clásicos se trata de acercar lo imposible a lo posible y lo posible a lo probable. En esto estamos unos cuántos, y entretenido lo es, y mucho. (A veces, muy divertido).

Y no siga con Pessoa, que con aquello del banquero, ya se lució.

Montserrat dijo...

Francisco Casavella (1963-2008), Los juegos feroces.


[...] temor a la libertad, temor a estar siendo otro, temor a estar siendo demasiado uno mismo (y estar vacío), temor a la locura de los demás, temor a la propia locura, temor a la carne, temor a la paranoia, temor al temor, temor a la falta de temores (el mal presagio), temor al temor de los demás, temor al dolor ajeno que pudiera volverse propio, temor de que la vida no se parezca a nada (porque es todo, y lo idéntico que es todo a todo), miedo a ser, miedo a dejar de ser, temor al pasado agotado y, aún mayor, temor al pasado inagotable, a los secretos de familia, a los propios secretos, a lo que puede dar de sí un día.