miércoles, 12 de noviembre de 2008

El escritor


El escritor se sienta ante su mesa, conecta el ordenador y se dispone a trabajar. Nuestro hombre se gana la vida escribiendo cualquier cosa que le encarguen, y ahora mismo el encargo es una guía de viajes. Se supone que el escritor ha viajado hasta el país en cuestión y conoce de primera mano lo que cuenta, ha comido en los restaurantes que recomienda y ha dormido en los hoteles seleccionados por la guía. Pero no es así. Para empezar, él ni es viajero ni, desde luego, está especializado en este tipo de obras. De hecho, esta sería su primera guía. Aceptó el encargo porque ya se acabó la enciclopedia en la que estaba colaborando y no le ha salido nada mejor. Naturalmente ha recibido un adelanto a cuenta del viaje que se supone debe realizar para documentarse, y se supone que ha estado ya varias veces en ese país, cosa sobre la que ha mentido. El dinero para el viaje ha preferido emplearlo en pagar deudas y aquí lo tenemos ante el reto de describir los paisajes, monumentos e itinerarios turísticos de un lugar en el que nunca ha estado.
La primera parte del trabajo consiste en recopilar todas las guías ya publicadas sobre ese país y leérselas. No necesariamente para copiarlas, que también, sino para conocer el país y saber de qué debe hablar. Más o menos, todas las guías contarán lo mismo. Digamos, como ejemplo, que todas las guías de París deben incluir un capítulo dedicado al Louvre y todas las guías de Irlanda hablarán del castillo de Dublín. El siguiente paso será complementar esta información con lo que pueda encontrar por la red. Wikipedia, buscadores, páginas oficiales de turismo del sitio a visitar, webs de museos con los horarios, etc. Las ilustraciones del libro también se pueden obtener de la red, para eso está flicker, y el tema más delicado de todos, la información actualizada sobre hoteles y restaurantes, no ofrece excesiva dificultad desde que existen foros donde los viajeros dejan sus opiniones sobre los establecimientos que han visitado. En todo caso, un mail o una llamada telefónica permiten actualizar la información. Básicamente lo que hace nuestro escritor es planificar el viaje que le gustaría hacer con la información recopilada y luego imaginarse que lo ha hecho y explicarlo. Incluso llega a recorrer el país virtualmente a través de Google Earth, y se dice que, aunque no lo ha pisado, se ha pasado horas recorriéndolo con la vista, y que si bien no ha entrado en tal museo, conoce a la perfección cómo se ve su tejado fotografiado por satélite.
La editorial le ha indicado que debe incluir alguna pequeña información falsa de manera adrede, para comprobar posteriormente si la guía es copiada por otra editorial. Esto ya lo debía hacer cuando colaboraba en la redacción de la enciclopedia. Si debes escribir una, ¿qué más fácil que copiar otra ya hecha y limitarse a actualizarla? Para detectar estas posibles copias, las editoriales introducen detalles falsos en algunos artículos, o toda una entrada ficticia. Pongamos que nos inventamos el término falguerillo, pájaro endémico del archipiélago de las Salvajes, unos islotes deshabitados entre Madeira y las Canarias. Si alguna enciclopedia del futuro incluye la entrada falguerillo, sabremos que han copiado la nuestra y podremos demandarles. Pues bien, de manera análoga, hay que inventarse alguna pequeña falsedad, nada que pueda ocasionar un perjuicio al viajero, en nuestra guía. Pongamos que, al lado de la Pinacoteca Nacional, existe una pequeña iglesia dedicada a San Antonio con un pórtico de cierto interés artístico, cuya fotografía incluimos (y que corresponde a cualquier otro sitio). Y si en el futuro otra guía de la competencia recomendara al viajero que, al salir de la Pinacoteca Nacional, aprovechara para visitar la vecina iglesia de San Antonio, sabríamos dos cosas: que se han copiado la guía y que su autor jamás estuvo en esa iglesia porque, aunque hubiese querido, le hubiera resultado imposible, no existe. Y serían demandados, claro.

Por la tarde, nuestro escritor nuevamente ante el ordenador. Ahora no se trata de la guía, las tardes las dedica a su verdadera vocación como escritor. Todo comenzó un par de años atrás, cuando se puso a releer algunas novelas de su adolescencia. Fue a los catorce años cuando las leyó por primera vez. Narraciones de ciencia ficción que componían un grandioso friso de la historia futura de la humanidad. Se había sentido sobrecogido ante la grandiosidad del Imperio Galáctico, ante los paisajes imaginados de su planeta capital, había visto brillar sus naves de combate... Pero, años después, al volver a leerlas, entendió porqué aquellas novelas sólo triunfaban entre adolescentes. Otro autor, otro más, que desaprovechaba buenas ideas. Tantos escritores con una imaginación fecunda, con una capacidad tan grande de imaginar mundos, misterios, aventuras.... y con una expresión tan pobre. No podía ser que toda aquella fantasía que le había hecho soñar fuera literatura mediocre. No se resignaba a que la buena literatura le aburriese y la historias interesantes aparecieran descoloridas y planas por culpa de un escritor medianamente dotado. Quería volver a sentir la magia de aquellas historias, volver a sumergirse en aquellos mundos, pero como no podía volver a tener catorce años, entonces haría que aquellas novelas crecieran también y se hicieran adultas como lo había hecho él. Las reescribiría. Contaría la misma historia, con los mismos hechos y personajes; pero éstos serían individuos más problemáticos, conflictivos, llenos de matices, con secretos, moralmente ambivalentes. Y los paisajes, y los edificios, y las naves surcando el espacio, todo ello aparecería ante los ojos con todas las metáforas necesarias.
Y a eso dedica nuestro escritor sus tardes, a mejorar las novelas que le hicieron soñar en su adolescencia. No cambia nada del argumento, no quita ni añade personajes, pero lo cuenta todo mucho mejor. Los paisajes pueden verse, hay párrafos enteros que describen los escenarios, párrafos enteros dedicados al pensamiento de los protagonistas, capítulos nuevos que añaden perspectiva, contexto, riqueza....
Pero nunca las podrá publicar. Serán siempre un placer oculto. No está previsto que te encuentres en una librería con la novela X del autor Y mejorada por el escritor Z. Nuestro escritor sabe que hay pintores que han hecho sus propias versiones de otros cuadros, meninas cubistas, por ejemplo. Nuestro escritor sabe que hay programadores que mejoran el código escrito por otros programadores. Nuestro escritor sabe que hay científicos que mejoran y complementan las teorías que establecieron otros. Y así Hawking y Penrose teorizaron sobre el principio y el final del Universo porque Einstein fue el autor de la Teoría de la Relatividad, pero no el propietario, y no tuvieron que pedirle permiso a él o a sus herederos para usar sus ecuaciones. ¿Por qué entonces, él no puede hacer lo mismo, lo que sabe, lo que le apasiona? Mejorar novelas.

3 comentarios:

DINERO GRATIS dijo...

Acaso merezca la pena ´convertir en pasión el esfuerzo de mejorar constantemente nuestra propia novela, y hacerlo con tanta fuerza que finalmente ya no necesitemos escribirla.

sublibrarian of the year dijo...

¿Cree usted que la segunda Nave Estelar es un ejemplo de este descubrimiento suyo del arte de mejorar novelas?

Y otra.

¿No se practica ya un acto de "mejorar novelas" en algunas películas bajo la cláusula disimulante de la "adaptación"?

Se me ocurre, por ejemplo, la magnífica El corazón del ángel, claramente muy superior en matices, perversidad y giros terroríficos a la novela. Y no creo que sea una cuestión de medios, de traslación desde la pantalla de la mente a la de la sala oscura. Es otra cosa. O así quiero creerlo.

Otro ejemplo. Drácula siempre ha sido "adaptado" al celuloide, desde Nosferatu a Coppola, pero en el Baile de los vampiros... creo que lo que ocurrió fue diferente. Fue un acto de "mejorar novelas"; una mejora en otra clave, en otro soporte, por otros medios, pero, aún así, mejora en ese sentido que usted ha desvelado en este texto.

Saludos!!

Mundo Espejo dijo...

Sobre la segunda Nave Estelar: creo que es una mejora sobre la primera, aunque se supone que Tomás Salvador no conocía la de Brian Aldiss... No puedo opinar sobre el caso del Corazón del Ángel porque no he leído la novela. Tengo curiosidad por leer "El Último Anillo" de Kiril Yeskov. Revisita el mundo de Tolkien y lo narra desde el punto de vista de los orcos. He aquí la sinopsis:

"La guerra ha terminado. Con traiciones y engaños, los bárbaros supersticiosos de la Alianza de Occidente, ayudados por magos de siniestras intenciones, han vencido al pueblo orco, amante de la paz, industrioso y científico. Ahora comienza la carnicería: a los derrotados dispersos les espera el amargo camino de vuelta a casa, hostigados por las patrullas de elfos que buscan eliminar hasta al último orco, hombre, mujer y niño, designados por una propaganda perversa como raza caníbal, maldita y a exterminar. Pero de las cenizas de la catástrofe todavía puede extraerse un resquicio de esperanza. Si la misión encomendada a nuestros protagonistas tiene éxito, las tornas pueden volverse, y habrá llegado la hora de la revancha de los orcos."

Tengo entendido que el mundo recreado en la novela no es exactamente el de Tolkien porque la maldita propiedad intelectual prohíbe que un escritor haga esa revisita literaria, pero con algunas diferencias "por imperativo legal" el autor consigue volver a la Tierra Media.