jueves, 24 de junio de 2010

Cuando no queden burkas que prohibir


No sé cuántas mujeres usarán burka o velo integral en este país, pero deben ser poquísimas, y en algunas zonas prácticamente nadie.
Por eso, sorprende esta avalancha de ayuntamientos aprobando mociones para prohibir su uso en dependencias municipales. Ayuntamientos en los que jamás nadie ha entrado con esa prenda, ni se la esperaba.

No voy a entrar en la cuestión de qué hay en el fondo tras esta fiebre prohibicionista, si se esconde realmente una ola de islamofobia. Sólo constato mi perplejidad ante esta urgencia en regular el uso de una práctica casi inexistente, comparable en su absurdo al intento de legislar sobre el uso del idioma klingon en espacios públicos. Por cierto, que ya puestos, apostaría a que hay en este país más estudiosos y hablantes del idioma klingon que mujeres portadoras de esa vestimenta. La cuestión que me planteo es, ¿qué harán los partidos cuando no queden burkas que prohibir? Desde aquí, estoy dispuesto a hacerles una sugerencia.

Veamos. Que el burka es una prenda que simboliza y realiza efectivamente la sumisión de la mujer es algo obvio. Y que no debe tolerarse también. Esta es una de las características de esta prohibición: la de su obviedad; nadie se pondrá a defender el uso de la prenda. Que es una práctica muy muy minoritaria también es obvio. Por lo tanto, puestos a dar ideas a los partidos, se trata de lanzar campañas para sensibilizar a la población y luego prohibir prácticas obviamente rechazables aunque extremadamente minoritarias, dando lugar al espectáculo esperpéntico de ver a los ayuntamientos compitiendo en una carrera absurda por prohibirlo. Mi propuesta para la siguiente ola prohibicionista supone una mejora sobre la actual: no será sospechosa de xenofobia de ningún tipo, pues se centra en una práctica cristiana y occidental.

¿Han oído hablar alguna vez del cinturón de castidad? Se supone que era un aparato a modo de bragas o calzones, en parte o totalmente metálico, que algunos hombres obligaban a llevar a sus esposas cuando debían dejarlas solas. La prenda tenía un cerrojo cuya llave se llevaba el marido cuando este marchaba a las cruzadas o similar. Se supone que el aparato permitía orinar y defecar pero impedía mantener relaciones sexuales con lo que se aseguraba la fidelidad de la esposa durante la larga ausencia del marido.

Que este dispositivo es opresivo para la mujer es una obviedad. Y es fácil comprobar que su uso no está prohibido de manera explícita por las leyes. No conozco a ninguna mujer obligada a llevarlo, pero eso no quiere decir nada: tampoco he visto nunca a nadie por la calle con un burka. Es más: más fácil es llevar cinturón de castidad sin llamar la atención que burka, por lo que su uso podría ser, de hecho, más frecuente de lo que imaginamos. Así que ya saben, señores políticos: cuando ya no queden ayuntamientos en los que prohibir el burka, pueden empezar con el cinturón de castidad. Para hacer que la campaña de histeria colectiva dure una buena temporada sería necesario coordinarse bien y planificar una buena temporización de las mociones prohibicionistas. Teniendo en cuenta que el estado español cuenta con unos ocho mil municipios, podrían votarse las prohibiciones cada día en veinte ayuntamientos diferentes, con lo que la campaña duraría todo un año y así se asegura un buen protagonismo mediático.

Nota: como el uso del cinturón de castidad no es tan evidente como el del burka, la prohibición debería ir acompañada de la instalación de escáneres corporales o de arcos detectores en las puertas de todas las dependencias donde se prohíba su uso; en su defecto una funcionaria, debidamente acreditada, debería registrar a todas las mujeres.

2 comentarios:

sublibrarian of the year dijo...

Lo talibán era esto

Pako dijo...

Ya lo dice el manual... bISeH'eghlaH'be'chugh latlh Dara'laH'be'
(Transliteration: If you cannot control yourself, you cannot command others) Klingon Honor Guard manual, page 16.